Una Muralla donde los propietarios no siempre se preocupan por ella

El Ministerio de Cultura tiene registrado a su nombre la zona del archivo provincial, junto al arco de San Pelayo, justo donde se encuentra lo que se denomina la Era del Moro.

Sin embargo, el recorrido romano y la cerca medieval tienen muchos propietarios. Así, las clarisas tienen dos cubos, igual que las carmelitas. El cabildo catedralicio también es dueño de tres cubos. Y lo mismo se podría decir del Obispado. El despacho del obispo está en un cubo, en la bajada hacia Caño Badillo.

Sin embargo, el lienzo sur, que prácticamente ha desaparecido, es todo de particulares entre la calle Zapaterías y la Plaza Mayor. En la zona del palacio del Conde Luna también la fundación Octavio Carballo es propietaria de tres cubos. Y lo mismo se podría decir de otras zonas privadas en la cerca medieval. En principio, el propietario debería ser quien pagara las obras de mantenimiento, aunque eso no se cumple en la mayoría de los casos

De todas formas, la propia ciudad ha ido evolucionando a medida que conocía más y mejor su Muralla, que ha pasado por ser durante décadas el monumento más maltratado de la ciudad. De hecho, la zona de la Era del Moro es casi el último bastión de ese mal ejemplo de conservación.

Otro debate pendiente es qué se hará, en su día, con el llamado Molino Sidrón, el último molino harinero de la capital, también en manos privadas, que se encuentra al final de la Era del Moro, casi en el semáforo de Ramón y Cajal con Renueva.

Un grupo de vecinos y algunas asociaciones culturales promovieron hace años su conservación. La Era del Moro no es visitable desde hace décadas. Sólo las fotografías antiguas muestran todo su esplendor, en el León del XIX.