Los días robados de Raquel
Una asturiana de 44 años encuentra en León a su madre biológica, de la que fue separada. bajo la mentira de haber nacido muerta en el Hospital Infantil de Oviedo. Gregoría tenía 15 años cuando dio a luz a una hija que nunca conoció. Le dijeron que no había superado el complicado parto. La niña, Raquel, fue adoptada a los pocos días, pero no ha tenido descanso hasta encontrar a su madre biológica. «Nos dijeron que sería un encuentro frío, y se equivocaron de todas a todas», describe.
«Quiero deciros a todos los adoptados que encontré a mi madre biológica». Días después de que este periódico diera a conocer su historia, la asturiana Raquel González Meana se reencontraba con su madre biológica en una fría sala cedida por los servicios sociales del Principado. La difusión de su drama vital el día de Reyes fue como un deseo premonitorio con final feliz. Raquel, afincada en Gijón, contaba entonces su desesperada lucha por dar con el paradero de su madre biológica, de la que sólo tenía un nombre y ni siquiera sabía si era verdadero. También sabía que era de León. Con estos únicos datos y una lucha hercúlea removió toda la maquinaria administrativa hasta que ha podido encontrarla. Aunque Raquel rehúsa ahora cualquier comentario, al igual que su abogada, la asturiana ha colgado en Internet el final de su historia. «A las dos nos dijeron que sería un encuentro frío, distante, como una losa de hielo; pero se equivocaron de todas a todas», describe esta mujer a la que le han puesto toda clase de trabas para hacer posible este momento.
Raquel lanzaba a finales del año pasado una cascada de email por la Red contando detalles de su vida para que cualquiera que tuviese un pista sobre el paradero de su madre se pusiese en contacto con ella. Entre los pocos datos que conocía estaba su fecha de nacimiento (1 de septiembre de 1967), que había pesado 3.420 gramos al nacer y que estuvo a punto de morir en un parto por cesárea; también que su madre se llamaba Gregoria y que la había tenido con 15 años de edad.
La relación que mantuvo con sus padres adoptivos, ya fallecidos, fue buena, pero nunca profundizaron en el asunto. Cuando Raquel tenía diez años, ante los malvados comentarios de los chavales, preguntó a sus padres lo que tanto tiempo llevaba dudando. Entonces supo que era adoptada. Pero no le dio mayor importancia hasta que ha sido adulta y ha querido dar respuesta a preguntas que arrastra desde la niñez.
Pero no lo ha tenido fácil. Las autoridades del Principado no le facilitaron información sobre su madre biológica hasta que su abogada, Clara Antuña, amenazó con denuncias. A partir de aquel momento, nuevos datos le fueron acercando cada vez más al paradero de su madre.
Según relata Raquel en su carta colgada en Internet, le hicieron una entrevista antes del encuentro con su madre, cita que se produjo en Asturias aunque la mujer, de 59 años, es originaria de León. A Gregoria sólo la entrevistaron una hora antes del reencuentro, pero a ella la hicieron muchas preguntas. «Me preguntaron todo lo habido y por haber durante una hora por teléfono, incluso cosas de mi vida privada». Lo demás queda entre ellas. Pero Raquel lamenta «el daño irreparable» que les han hecho a las dos. «Yo quiero deciros a todos los adoptados —escribe— que tenemos que estar con la cabeza bien alta y decir alto y claro que somos adoptados y no escondernos, que no somos bichos raros». «A todos los que buscáis os doy ánimo y fuerza», añade.
Nuevos problemas. Lo peor de esta historia es que, una vez que Raquel se reecontró con su madre, surgieron los primeros problemas. Según su relato, Raquel decidió publicar en la prensa asturiana el final de su largo periplo vital como agradecimiento a todo el apoyo que ha tenido en los medios de comunicación del Principado. Ese mismo día, trabajadores de la administración provocaron un conflicto entre Raquel y su madre, razón que explicaría su silencio ahora que conoce los detalles de su oscura adopción y que ha decidido no responder a las reiteradas llamadas de este periódico.
«Me sentí una mierda por ser adoptada, y no lo soy. Soy adoptada, con mayúsculas, una persona en su derecho de buscar sus orígenes. Adoptados, luchad por vuestros derechos», aconseja. Entre otras acusaciones, Raquel asegura en su escrito: «Nos hacen sufrir innecesariamente porque se creen nuestros dueños y no lo son; tenemos que luchar por que esto también cambie».