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Jurar con el Cristo prestado

El nuevo edil socialista es el primero en la historia en pedir jurar el cargo sin crucifijo.

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a. caballero | león
León

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A la derecha, el crucifijo; a la izquierda, la Constitución. Los dos símbolos que todos los concejales de la democracia se encuentran sobre la mesa de presidencia del Pleno en el momento de tomar posesión de su cargo. «Juro», suelen utilizar como fórmula los representantes del PP, como admite su portavoz, José María López Benito; «prometo», emplean los socialistas. Los verbos tras los cuales se consagran para por su «conciencia y honor, cumplir fielmente las obligaciones del cargo de concejal con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como Norma Fundamental del Estado». Un ritual alterado por primera vez por el edil del PSOE Agustín Pérez Lamo, quien esta semana solicitó que se retirara el símbolo religioso para hacerlo «de forma laica».

El gesto del concejal socialista altera una costumbre, no contemplada en ninguna ley ni ordenanza municipal, que se arrastra desde antes de la democracia. El ritual en el que, hasta 1830 incluso contemplaba que los ediles tenían que «rubricar su juramento de mantener el voto de la Inmaculada Concepción de María», como recuerda el ex concejal de la UPL Alejandro Valderas. «Entonces, había un crucifijo propio que formaba parte de los ornamentos sagrados de la capilla que el Ayuntamiento tenía dentro de lo que hoy es San Marcelo y que, cuando se eliminó en 1920, se cree que pudieron pasar a la tutela de las monjas de la residencia de ancianos de la avenida de San Mamés», relata el historiador leonesista, quien recuerda que «nada más se sabe» de aquel Cristo. Una desaparición que ocasiona que, cada vez que hay una investidura o un nuevo concejal, se tenga que recurrir al párroco de la iglesia de San Marcelo. «Cuando lo necesitamos, se lo pedimos y nos dan el que tienen», admiten desde el consistorio.

Ni en 1978

El testimonio del PC

Ni siquiera en el primer mandato desapareció el crucifijo. «Ni hubo problema, ni tenía por qué haberlo», señala con normalidad César Roa Marcos, histórico del Partido Comunista leonés. «Nosotros, la izquierda, prometimos, y ellos, juraron», señala el veterano político, quien remarcó que «no se planteó». «Había muchos problemas en esa época para andarnos con problemas estéticos», concede.

La indiferencia hacia la presencia del crucifijo en la mesa durante los juramentos se repite. «Nadie pidió que se quitara, ni reparó en ello, se asumía con normalidad», señala Iñaki Morán, quien formó parte de dos corporaciones con CDS.

En el Pacto Cívico

Pasaban de esos temas

Hasta ahora, «nunca hubo ningún problema con el crucifijo», como admiten los ediles de todas las corporaciones consultados. «Quien quería juraba por el crucifijo y quien lo deseaba prometía por la Constitución. Había gente que no era confesional, pero pasaban de esos temas», explica José Luis Díaz Villarig, que fue alcalde con el PP, quien insiste en que «ni siquiera se planteó».

Coincide en el análisis Agustín Suárez, quien formó parte de la segunda corporación de la democracia. «Nadie mandó quitar nada. No íbamos frecuentemente a misa, pero cada uno prometía o juraba como quería», señala el ex edil socialista.

En la actualidad

El ritual seguirá

No se alterará la costumbre por ahora, como avanza el popular López Benito, quien entiende «legítimo» que en un caso como el de Pérez Lamo, donde «era el solo», se pueda pedir que se quite; al igual que sucede al contrario, cuando «otro reclame la presencia del cristo en la mesa». «Si alguien tiene el deseo de tener el crucifijo en la mesa para jurar, me parece legítimo, siempre que no me obliguen a mí», diferencia la socialista Natalia Rodríguez Picallo, quien recalca que «de todo modos, lo que marca la ley es que se debe prometer por la Constitución», y que el uso de los símbolos religiosos «es más propio de la esfera privada de las personas». «En la última investidura le dijimos a la secretaria que no debía estar ahí el crucifijo», recuerda.

Pero ahí seguirá. Siempre que no lo pida alguien y afecte al resto. Y si el párroco de San Marcelo lo presta.

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