«Mi padre se desorientó, no fue capaz de recordar la calle»
Ilda Concepción Canseco tiene 82 años. Asiste asiduamente a los talleres del Centro Alzhéimer. Tras la muerte de su marido, con alzhéimer, ella no quería ni oír hablar de la enfermedad. «Nunca entendió la enfermedad, ni la entenderá. Siempre le tuvo miedo», asegura su hija, Ilda Álvarez, que ahora cuida de su madre. Ilda se vuelca con su madre. Sabe, por experiencia, del riesgo de despistes porque la enfermedad les dio un buen susto con su padre. «Nos dijeron que se mantuviera activo. Iba todos los días a jugar a los bolos a San Marcos, pero un día que había niebla se desorientó, no supo regresar. Llegó a casa cansado y asustado después de caminar horas y horas sin rumbo. No fue capaz de recordar el nombre de la calle donde vivía y sólo acertó a decir que vivía cerca de la Cruz Roja».