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El robo de cable de cobre suma en León 80 kilómetros de alumbrado público

Los más de 65 hurtos, repartidos por todo el municipio, han supuesto un coste de 500.000 euros.

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a. caballero | león
León

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El robo de cable del tendido eléctrico suma en León una autopista de 80 kilómetros. La misma longitud que presenta la AP-66, desde La Virgen del Camino hasta Campomanes. Metro tras metro, sacado del alumbrado público del municipio. Un total de 65 hurtos, que le han supuesto a las arcas del Ayuntamiento un gasto de 494.670 euros para la reposición del servicio. La cotización de un negocio delictivo que ha crecido al ritmo que se dispara el material en el mercado negro, donde el kilo se paga entre 5 y 6 euros, frente a los poco más de 2 euros de factura que presentaba en el 2009. La fecha en la que coincidieron las dentelladas severas de la crisis con el desabastecimiento del mercado, provocado por las huelgas en las minas chilenas de las que salía hasta el 15% de la producción mundial y el aumento de la demanda del material.

La versatilidad del cobre, indispensable para todo tipo de aparatos de iluminación y conducción energética, además de para dispositivos electrónicos y algunos materiales de construcción, ha lanzado a la calle a todo tipo de delincuentes para buscar un filón del que extraer el material. Un mundo en el que conviven buscavidas y bandas organizadas. Pequeños rateros sin muchos recursos, como una detenida por cortar con un serrucho el cable del alumbrado público en la carretera de Carbajal o un ladrón reciente que cortó el tendido eléctrico con un hacha. Artistas del ingenio que se atreven a colocarse un chaleco reflectante de color amarillo a las 12.00 horas del día para desvalijar las farolas del paseo de Condesa Sagasta, en pleno centro de la ciudad, o que roban y esperan a que lo repongan para volver a por lo nuevo, como en el carril bici de Universidad. Y bandas organizadas que escogen lugares con poca población, sectores a medio edificar como La Lastra o las afueras de las pedanías, para desplegar un operativo de varias personas que se reparten la labor de vigilancia, conducción de la furgoneta y sustracción del cable.

La operación se repite en todos los casos, con la variantes de la herramienta que separa a los especializados, con radial, de los profanos. Se abre la portezuela de la primera farola, se corta el cable, se va hasta la siguiente, se vuelve a cortar y se tira. Una tras otra hasta completar el tendido, sin olvidarse de descerrajar la arqueta del suministro para arrastrar todo el cableado de conducción que abarca la zona escogida.

Pese a la vigilancia y los operativos especiales, no tiene freno. El retroceso en todo el 2011, cuando apenas se robaron 15 kilómetros de cable, vuelve a despuntar en estos primeros 6 meses del 2012 en los que, al igual que en último semestre del 2010, hay más 30 kilómetros que han tenido que ser repuestos. «Se pueden poner cepos, pero cuesta 600 euros cada uno, o soldar las arquetas, pero las revientan y hay que reponerlas», se resigna la concejala responsable de los servicios eléctricos, Belén Martín-Granizo