BARRIO DE LA VEGA | MI ILUSTRE VECINO | BUENAVENTURA DURRUTI. FERROVIARIO
«La Vega es el barrio ferroviario de León; le llamaban El Trasval»
El tren por bandera . Buenaventura Durruti lleva el mismo nombre y el mismo apellido que el histórico anarquista. Era su tío. «Durruti es un apellido muy conocido; me perjudicó en lo político. Como ferroviario siempre fue sinónimo de buenos profesionales». Y así es.
Lo que soporta Durruti en sus manos en la imagen central de esta página es un transportador de grados para las manivelas de las ruedas motrices de las locomotoras de vapor. Es una de las joyas guardadas como oro en paño de la Asociación de Amigos del Ferrocarril, de la que es presidente. Buenaventura Durruti es la memoria del barrio de la Vega. En su cabeza están los recuerdos del León ferroviario. Ese León al otro lado del Bernesga y de las vías, que sumó al río una nueva barrera que aún perdura un siglo después, pero que está orgulloso del tren. Del humo de las viejas locomotoras, de aquel ambiente hogareño de apodos y anécdotas donde todo el vecindario se conocía, y aún hoy se conoce. «A La Vega se la conocía como el Trasval, no me digas por qué», recuerda Buenaventura, que explica que la vieja carretera de Zamora iba por la calle Ruiz de Salazar hasta la Cruz del Maragato, ya en Trobajo del Cerecedo, y no como ahora, en línea recta por Doctor Fleming y la avenida de Antibióticos. «La Cruz del Maragato se llamaba así, porque allí murió un arriero hace muchísimos años», asegura.
El Trasval, detrás de la ciudad, era el verdadero barrio ferroviario de León. En La Vega se levantaron las grandes fábricas de León. Bueno, las pocas que había: El ferrocarril, que empleó a miles de trabajadores, y la Azucarera. El Crucero, según explica Durruti, era entonces un cruce de caminos, también de vías de tren, que fue creciendo décadas después.
La Azucarera ocupó una finca de Ramón Calabozo, de ahí que hoy todavía se mantenga en el vecindario su nombre. Y es que Durruti tiene una cabeza privilegiada, no solo para los recuerdos. Hoy, a sus 74 años, sigue reconstruyendo y restaurando viejas locomotoras, con ingenio y buen hacer, casi como un orfebre de aquellas máquinas que surcaron las vías durante décadas y que hoy deberían ser más admiradas y reconocidas. Por eso, muchas mañanas, acude a Talleres Celada, en la ‘frontera’ con Armunia, otro templo del León ferroviario, para seguir aplicando sus conocimientos. ¿Y no los tiene en ningún libro?. «Los tengo aquí, en la cabeza», contesta.
Escucharle es rescatar de la memoria muchas historias. La Venta de la Sal, el famoso bar Rioja... Muchos días, cuando acaba en Talleres Celada, acude al bar Pacífico. Jesús lo lleva desde hace 10 años. Durruti añade con sabiduría: «Este bar lo montó el Plus, que era tornero y estuvo de monitor en la escuela de aprendices». Ahí es nada.
Buenaventura Durruti es presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de León. Ferroviarios de toda la vida y jóvenes generaciones de apasionados del tren que siguen reivindicando un museo para León. No son buenos tiempos, pero lo que nadie podrá decir es que no han hecho todo lo posible. Uniéndose y, sobre todo, haciendo realidad la restauración de varias joyas del patrimonio ferroviario, como la emblemática Mikado, a la que suman la 7766, el coche taller SSA 1008... Pero La Mikado no ha vuelto a salir desde el 18 de marzo del 2011, cuando se inauguró la estación provisional y se cerró el paso a nivel del Crucero, por falta de autorizaciones y problemas por el número de permisos y seguros de responsabilidad civil. Una pena.
El barrio de la Vega no ha perdido sus señas de identidad. Si acaso falta una calle más. «Calle ferroviario Buenaventura Durruti».