Diario de León

Ignacio Fernández Herrero | secretario general de cc.oo. de león y candidato a la reelección

«Quizá dentro de cuatro años haya un congreso de fusión con otro sindicato»

La «situación excepcional» actual ha llevado al secretario general de CC.OO. a acogerse al tercer mandato que los estatutos contemplan. El sindicato celebra mañana su décimo congreso con el objetivo de responder a los nuevos retos de los trabajadores.

Ignacio Fernández será reelegido mañana.

Ignacio Fernández será reelegido mañana.

León

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José Ignacio Fernández Herrero se afilió a CC.OO. en 1986, cuando aprobó su oposición de profesor de Lengua y Literatura y comenzó su andadura profesional en Valencia. Retomó el pulso activo del sindicato cuando llegó a León en 1998, y en el 2000 sustituyó a Agapito Muñiz en la Federación de Enseñanza. Tras sólo cuatro años en el cargo, «antes del tiempo lógico para dar el salto», fue el elegido por Isaac Maurín para consolidar «el orden, la cohesión y la sensatez» en la convulsa vida que agitaba a la organización en la provincia. Elegido secretario general en el 2004 repitió en el 2008. Ahora se acoge a la excepción que contemplan los estatutos para iniciar un tercer mandado porque «no es el momento oportuno de abrir la disputa de la sucesión». Confía en «tener la sabiduría que tuvo Maurín» para encauzar el futuro de la organización y considera que su tiempo al frente de la organización está próximo a pasar página. Fuera de la tarea sindical en la que vive volcado, sólo ansía «tener más tiempo libre para poder escribir un poco. En estos ocho años, a parte de prosa sindical, no he escrito más allá de dos versos seguidos. Y eso para mí es decepcionante».

—¿La situación es excepcional a nivel general, o también en el sindicato?

—Somos parte de la realidad en la que todo es susceptible de metamorfosis. Está sucediendo algo trascendental y el sindicato no es ajeno, y no puede vivir de las sinergias del pasado. Está obligado a adaptarse a los nuevos tiempos para salir adelante.

—¿Por qué no es momento de debate interno o sucesorio?

—Nadie sabe hacia dónde vamos, y eso es lo primero que hay que determinar, para poner luego a las personas adecuadas al frente. Se da una ausencia general de liderazgo en la sociedad y los sindicatos también necestamos cabezas nuevas, porque en breve los que tenemos callo no podremos dar respuesta a los nuevos retos. No podemos prescindir de nuestras ideas fundacionales, pero hay que saber cuáles pervirián y cuáles serán filtradas por el tiempo.

—¿Tienen estos sindicatos cabida en el nuevo escenario?

—Sin duda, si somos capaces de anticiparnos a los tiempos. La gente necesita referencias, y las certezas eternas del siglo pasado se han venido abajo todas. Pero la clase trabajadora existirá siempre. Y el propio Krugman advierte de que las sociedades con menor sindicación tienen mayores desigualdades.

—En los últimos años los sindicatos se han volcado en una función de protección social que quizá no les era propia.

—Esa protección ha sido fundamental en el tiempo de crisis, había que atender a la gente en situación desesperada. Siempre hemos atendido a los colectivos más desfavorecidos.

—A pesar de las críticas por haber consolidado una estructura que muchos no ven como buenos ojos.

—Es indiscutible que existe una percepción general de que somos una superestructura en el sentido que decía Marx, casi un obstáculo. Y no deja de ser una paradoja: hemos alcanzado el objetivo de los trabajdaores de poder influir políticamente y estar allí donde se toman decisiones, pero este ropaje de superestructura nos hace tan rechazables como los gobiernos o la justicia. Cuando la gente sufre no hace distingos. Ahora tenemos que lavar este estigma, sin abandonar las posiciones ganadas pero recuperando frescura, siendo más participativos y sin esta imagen de fósiles.

—¿Este proceso ha incidido en la afiliación?

—En el 2010 llegamos a nuestro máximo en León, 12.491 afiliados. Desde entonces hemos perdido un millar de ellos, en un 75% por razones económicas. Puede parecer contradictorio, porque es ahora cuando las personas necesitan más protección. Pero la principal ayuda es comer, y diez euros al mes son mucho para mucha gente. Hace unos años funcionábamos como una gestoría y una academia de FP, ahora hemos tenido que contratar a más personal para los servicios jurídicos.

—¿Cuál es el debe de la afiliación sindical?

—Sin duda los jóvenes. Por eso vamos a crear un área específica para ellos en el sindicato. Aunque no son los que peor lo pasan con la crisis. La juventud ha mtuado, sabe que lo que tiene por delante es de cocodrilos y va armándose para vivir una vida que no es como la nuestra. Pero los que peor lo tienen son quienes pierden sus empleos con 45 ó 50 años, ya no tienen futuro, las condiciones para anticiparse a la jubilación se endurecen y su horizonte es vivir de la asistencia. También cada vez más recortada.

—Movilizaciones como la de esta semana son un respaldo al movimiento sindical. ¿Qué conclusiones sacan?

—Desde CC.OO. de León, y eso lo compartimos con UGT, venimos advirtiendo de que es necesario un cambio de modelo en las protestas. No es que no tengamos fe en las huelgas generales, pero es una acción excepcional que puede convertirse en algo normal, y por tanto descafeinarse. Y sabemos las enormes dificultades de mucha gente para sumarse a la huelga. No hemos tenido mucho éxito, pero la respuesta de las manifestaciones, que está salvando el tipo a las convocatorias, nos da la razón. Aprendamos lo que la gente nos enseña y nos reclama, porque hay otras formas de protesta. La huelga general tendrá razón en situaciones de barricada.

—¿Es la sociedad leonesa más difícil de movilizar que otras?

—Donde la industria es más potente la sindicación es mayor y la movilización más fácil. Pero en León tampoco funciona por ejemplo el movimiento vecinal, que en las cumbres sociales ha tenido mucha presencia. Quizá el leonés es poco participativo, suele ser más espectador.

—¿Y es el momento de ser espectador?

—No, vivimos un momento tan importante que nos da la ocasión de ser actores de la historia. Si no lo aprovechamos seremos unos mentecatos.

—¿Cómo plantea el congreso de este fin de semana?

—Voy a relatar los tiempos oscuros de Brecht pero también acabaré con Celso Emilio Ferreiro, que perseguía la verdad independientemente de la luz o la oscuridad. Entre los dos extremos, explicaré las cosas que hemos hecho bien: llevamos ocho años siendo la primera fuerza sindical de la provincia, y sin disputas internas, más allá de alguna reivindicación berciana comprensible, y eso también es histórico para el sindicato. Sobre estas bases vamos a plantear el futuro, con los desafíos del exterior pero también la necesidad de reducir la estructura del sindicato, que tiene que empequeñecerse hasta el próximo congreso. Y para entonces quizá en vez de hacer un congreso normal estemos haciendo uno de fusión con otro sindicato.

—¿Eso se va a plantear?

—No me corresponde, pero cualquiera puede verlo. Y León es un ejemplo de cómo funciona la unidad de acción, a pesar de que competimos por el mismo espacio electoral y eso produce fricciones.

—Hablando de reducciones, ¿cómo va a afectar el ERE del sindicato a la provincia?

—No sé mucho, la negociación es regional. Sé que en los previos informales no ha habido acuerdo, y eso es una mala noticia.

—¿Este ERE se acoge a la reforma laboral?

—No de entrada, pero sí posiblemente de salida. Si no se llega a un punto de encuentro, habrá que aplicar la ley. En la provincia son 17 los asalariados del sindicato, sobre todo servicios jurídicos y administrativos. Los contratados como sindicalistas no están en este convenio colectivo.

—También se ha criticado que la Comisión Ejecutiva mantenga tres pagas extra.

—La diversidad de convenios existe, y unos son mejores que otros, como en todos los sectores. La Confederación tiene uno específico y es bueno, debería servir de referencia para todos, no es un abuso. Hay que intentar mejorar, aspirar a que ellos empeoren es miserable. Y no puede meterse en el mismo saco a todos los sindicalistas, del mismo modo que se hace con los políticos. Afortunadamente, no todos son iguales.

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