Cuenta atrás para el fin de los tiempos
Las apocalípticas profecías mayas impulsan el fenómeno preparacionista o ‘prepper’, movimiento que en España lidera un leonés y que prepara para sobrevivir a cualquier tipo de catástrofe; ya hay construidos refugios en Asturias y Huelva.
«El viernes no va a pasar nada, pero la gente tiene miedo de muchas cosas: miedo a los políticos corruptos que pueden provocar graves acontecimientos, miedo a un colapso económico, miedo a una guerra. Nosotros esperamos lo mejor, pero estamos preparados para lo peor», afirma Miguel Ferrero, empresario originario de Veguellina de Órbigo que forma parte de un grupo de supervivencia con un refugio en Asturias y otro alternativo entre Huelva y Cádiz preparados para la autosuficiencia en caso de catástrofe. Ferrero tiene un negocio de aventura en la población madrileña de Tres Cantos (www.nonamesport.com). Imparte cursos de supervivencia y ha comprobado cómo en los últimos meses la demanda se ha disparado. En muchos casos, ese interés por sobrevivir alejados de la civilización ha sido suscitado por las profecías de los mayas que predicen un cambio de era a partir de mañana, lo que el mundo rico —en los países pobres no se habla del tema— ha interpretado como el fin de los tiempos.
Las siete profecías han oxigenado en este último año el movimiento de los preparacionistas o survivalistas, en inglés prepper, que son personas que se preparan con anticipación para cualquier cambio en su estilo de vida sin depender de otras personas, ni siquiera de los recursos del Gobierno, en caso de una emergencia cataclismática como puede ser un ataque nuclear, una tormenta solar o una pandemia. «Aquí no es como en Estados Unidos, que la gente guarda armas y comida en cantidad», matiza Ferrero. Los refugios de su grupo son, por decirlo de algún modo, más convencionales, algo parecido a los hogares de una ecoaldea.
El más cercano a León se encuentra en un lugar secreto de Asturias. El único inconveniente que tiene es que se encuentra a unos 300 kilómetros de la central nuclear de Garoña (Burgos). El resto son todo ventajas. «Está muy cerca de la montaña y del mar; el mar es un tesoro porque con su agua se puede sobrevivir, además de las enfermedades que cura», indica el prepper leonés.
Reputadas autoridades internacionales advertían todavía ayer de que no hay previsión de que se produzca una catástrofe natural en la Tierra ni alrededores. No hay tensión mundial para una guerra planetaria, así que la única opción que queda para que se cumplan las malinterpretadas profecías de los mayas es que se produzca una también improbable catarsis colectiva. «Los verdaderamente preocupados ya tienen su refugio hecho desde hace uno o dos años», explica a este periódico el ingeniero nuclear Antonio Alcahud, que ha construido alrededor de 400 búnkeres en los últimos 30 años. Es el hombre que ha denunciado al Gobierno de España por el búnker construido en el Palacio de la Moncloa. Mantiene que le robaron la idea y por ello abrió procedimientos judiales por varias vías, de las que sólo queda abierta la civil. No hay en España otra autoridad que mejor conozca el reservado mapa de refugios atómicos construidos en los últimos decenios, ninguno de ellos en territorio leonés. Ha hecho un búnker en África que es flotante y otro en Talavera de la Reina con capacidad para 400 personas. Pero lo habitual y más cómodo es construir un refugio de este tipo cuando se levanta una casa, aprovechando lugares como el sótano. «En Suecia y en Suiza es obligatorio por ley», recuerda. El sobrecoste de un búnker modesto es de 45.000 euros. Si la capacidad aumenta hasta 50 personas, el precio sube hasta 55.000 euros. ¿Y qué incluye?
«Un búnker —explica Alcahud— debe tener una estructura envolvente de hormigón que resista cualquier acción mecánica, como un terremoto, radiaciones o tormentas solares; también debe estar herméticamente blindado en las puertas y en la entrada y salida de aire para evitar el contacto con agentes tóxicos o las consecuencias de un ataque bacteriológico y, por último, el refugio debe ser habitable».
A este respecto, el kit básico de superviviencia en un refugio de este tipo debe incluir, en opinión del ingeniero, comida y agua suficiente para unas dos semanas. Aunque hay construcciones con mayor autonomía, incluso para 30 años, lo normal es que los supervivientes puedan salir a la superficie protegidos cuando hayan pasado ya unos días. La despensa tiene 14 kilos de comida por persona, que incluye una tercera parte de grasas (sobre todo aceite), otro tanto de hidratos de carbono (arroz y pasta) y otra tercera parte de carnes y conservas, además de dos litros de agua por persona y día.