Que los reyes son los hijos

Marcaba 14 grados el termómetro de Santo Domingo cuando el primer Reymóvil se puso en marcha, camino de la explanada de la Junta. La Cabalgata de Reyes bien pudiera haber colado por cualquiera de las actividades de calle de las fiestas de San Juan. Pero no.

«Os pido que nos devolváis la ilusión a los mayores y a los pequeños», pidió el alcalde a los Magos en el salón de plenos de San Marcelo. Por la solemnidad del lugar, bien pudiera haber pasado la propuesta por el punto cuarto de cualquier orden del día. «¡¡¡Os hemos traído toooooooooodos los regalos que nos habéis pedido!!!», explicó a los niños el Rey Melchor, en representación de sus compañeros. No contemplaba la escena desde muy lejos el concejal de Obras y Jardines, Julio Cayón, totalmente alineado con los postulados del portavoz real.

León disfrutó de una multitudinaria Cabalgata de Reyes. Primero el regidor recibió a la Corte Real en la casa del pueblo. Luego en la explanada de la Junta, Gaspar y Baltasar se dieron también su primer baño de multitudes. Y a posteriori, el cortejo de las ilusiones encaró las calles de la capital. Carrozas, pajes, espectáculos a medio camino entre lo circense y lo teatral y hasta una vagoneta de carbón, hasta ahora símbolo del castigo a los niños malos, en un futuro no muy lejano, elemento de museo de lo que fueron tiempos buenos.

Fue el preámbulo para la noche de la ilusión. Esa que cerca de la adolescencia se rompe un día y que en la madurez deja una conclusión inequívoca: que los verdaderos reyes son... los hijos.