Diario de León

DE SAN MAMÉS AL CENTRO | MI ILUSTRE VECINO | FELIPE ZAPICO. TORERO

«El centro de León a mí me parece una gran plaza de toros»

Siempre torero . Quién no conoce a Felipe Zapico, santo y seña del taurinismo leonés. Vive y siente siempre en torero. Su viaje es desde San Mamés, el barrio donde vive, al centro de la ciudad. Allí, disfruta de un buen aperitivo. Y brinda por lo mejor de León.

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manuel c. cachafeiro | león
León

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Sale todos los días de su casa, en el barrio de San Mamés, como si fuera a hacer el paseíllo. Bueno, pocos en León no saben que fue torero, empresario, padre de torero... Es Felipe Zapico. Felipe para los suyos. Zapico, para el planeta taurino local, testigo inevitable de una generación a la que poco a poco le ha ido faltando los Balbuena, Currito, Clemente Gallo, Perelétegui...

Su vida en la ciudad de León es sencilla, cotidiana como la vida misma. Todos los días baja al centro, porque en San Mamés se sigue diciendo eso de bajar al centro de la ciudad. Cuando compró su casa, a media calle en la avenida de Nocedo, sólo había dos levantadas en esta populosa barriada de León, que no ha perdido su encanto de cercanía y vecindad. Y así, Zapico, antes de bajar, hace los recados a Conchi, su mujer. Algunos como en Frubeli, una pequeña frutería también en la avenida de Nocedo, que tiene precisamente ese toque cercano. «Ya no me acuerdo cuántos años llevo en San Mamés. Compré la casa aún soltero. Fíjate ya de cuándo hablo. 200 años, llevo casado 58», dice con sorna torera.

Ese paseíllo diario le lleva al centro de la plaza. Al centro de una ciudad que ha sido siempre su vida. Aquí, en León, han crecido sus tres hijos y ahora lo hacen sus cuatro nietos. «Son mi perdición. A los hijos se les quiere, pero los nietos son aún más especiales», dice Felipe Zapico.

Y en esa gran plaza, porque a Zapico León siempre le ha parecido una gran plaza de toros en la que disfrutar de sus monumentos, de sus gentes, de un León que conoció cuando había más estrecheces y ser torero casi era un sueño imposible, de todo... «Hay que vivir la vida», sentencia. Una vida que disfruta en el bar Delta, en el pasaje de San Agustín, donde Ana y Laura han cogido el testigo, hace solo dos meses, de Toño y Diana, que tuvieron el mismo establecimiento muchos años. «Un vinito nunca puede faltar. Y que sea bueno. Los malos, como los toros, Hay que torear siempre el toro que embiste», añade Zapico.

El Delta es un bar pequeñito, pero apreciado por mucha gente. Por su tapa, por el ambiente que se crea muchos veces con Zapico como maestro de ceremonias.

La tercera parada de este paseíllo torero es al negocio de Santiago Valverde, en la calle Julio del Campo. Una tienda de cortinas, pintura, suelos... que es un pequeño museo taurino también. Valverde representa en León el buen aficionado. Amigo de todos. Buena gente. «Nos conocemos desde hace mucho tiempo del Club Taurino. Siempre charlamos de toros, porque aunque estemos en invierno, es cuando más se habla de toros», explica Zapico.

El ruedo leonés de Felipe Zapico se cierra en otra cafetería: Lleras 38, en el Burgo Nuevo. Con Pepín. La montera del último brindis de Felipe Zapico es en memoria de un grande del mismo planeta taurino. José Luis Perelétegui. Por encima de las cornadas, ambos fueron amigos y lo volvieron a ser en la despedida del gran maestro de ceremonias del taurinismo leonés en los últimos 50 años.

Y así encara Felipe su viaje de vuelta a San Mamés. Ahora hay que subir. Lo que nadie puede decir es que no es torero. Por la puerta grande.

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