Diario de León

Y otro año más, la x en la quiniela

Álvarez Casais regala en Las Cabezadas un despertador del Real Madrid al abad de San Isidoro, reconocido culé, «para que le venga por las mañanas el raciocinio».

Francisco Rodríguez recibe de manos de María José Álvarez Casais el regalo del despertador del Real Madrid.

Francisco Rodríguez recibe de manos de María José Álvarez Casais el regalo del despertador del Real Madrid.

León

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Esa suerte de confrontación futbolística en forma de derby que son Las Cabezadas, está condenada por los siglos de los siglos al empate. Porque desde 1.158 nadie ha caído en la cuenta de que este partido se juega sin árbitro. Es como intentar dictar sentencia sin juez.

Si 2013 no va a pasar a la historia como el año en el que acabó la crisis, tampoco tenía por qué ser el de la decisión final sobre el carácter obligatorio o voluntario de la ofrenda de un cirio de una arroba y dos hachones de cera que el pueblo presenta cada año al Cabildo de San Isidoro, para agradecer al santo el milagro que acabó con una sequía atroz de las de hace 855 años, cuando no había cambio climático ni marzo había sido el mes más lluvioso en décadas.

No hubo vencedor. La quiniela estaba predestinada a la x de antemano. Por eso María José Álvarez Casais le regaló a Francisco Rodríguez (reconocido barcelonista) un despertador del Real Madrid «para que se le despierte el raciocinio y se den cuenta de que venimos libremente y sin obligación».

La concejal de Comercio y Turismo del Ayuntamiento de León representó al consistorio y el abad de San Isidoro corrió con la responsabilidad de ser síndico del bando religioso. «Un gallego que redactaba sus últimas voluntades pidió que si moría en San Benitiño de Arriba lo enterraran en San Benitiño de Abajo y que si falllecía en San Benitiño de Abajo lo enterraran en San Benitiño de Arriba. ‘¿Por qué?’, le preguntaron. ‘Es sólo por marear un poco’. Pues ustedes hacen lo mismo, venir a marear», había advertido el síndico a la concejala.

Argumentos históricos

La declamación elegante y armoniosa de Álvarez Casais envolvió inicialmente la presentación de los argumentos históricos que dan sentido a la celebración. Replicó Francisco Rodríguez que pese a las malas predicciones meteorológicas, no hubo lluvia porque el santo había obrado el milagro. Quiá. Semana Santa es esa época del año que, caiga en marzo o en abril, casi siempre viene acompañada de agua, igual que Las Cabezadas nunca se suspenden porque tocan siempre en un día seco. Matemático lo uno y lo otro.

Pidió la concejala documentos que probaran la condición de foro (que los regalos son obligatorios). Replicó el abad que con los mismos papeles demostrara Álvarez Casais que la historia que había relatado al principio no era inventada y volvió a insistir en la tesis de la oferta. Criticó la representante del Ayuntamiento el gasto en la celebración de los 950 años del traslado de los restos del santo a León «ahora que estamos tan mal de dinero. ¿Qué dirá el Papa, que se llama igual que usted, cuando sepa esto?». Repuso el miembro del clero que los fastos no supondrán un solo euro de gasto a las cuentas religiosas. Y en medio de todo, un guiño a mano tendida: «Los buenos restauradores, como lo era su abuelo Pepe, emplean ingredientes de primera», le dijo Francisco a María José. «Es mi abuelo desde el cielo el que me encarga que le haga este regalo, para que cada día le despierte el himno del Real Madrid».

Y acabó el asunto con las cabezadas propiamente dichas. Pese a los esfuerzos de Julio Cayón por explicar a sus compañeros de corporación como cumplir el rito, en la primera cada uno bajo la testud como le vino en gana, en la segunda unos giraron por la izquierda y otros por la derecha y en la tercera... hasta el año que viene.

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