Obituario | Fermín Carnero González | sindicalista de ugt
El compromiso y la palabra
Secretario provincial de UGT durante 18 años y responsable autonómico otros 9, era presidente de la Fundación 27 de marzo.
Las barricadas consiguen prácticamente lo mismo que el combate dialéctico, pero exigen «un desgaste brutal de los trabajadores». En boca de un sindicalista asturiano, curtido en el movimiento obrero de la Transición y en las cuencas mineras leonesas de la crisis de los 80, la afirmación es toda una declaración de principios. Y la evidencia de un talante que le permitió compatibilizar la firmeza de las convicciones y las reivindicaciones con el diálogo, la negociación y el respeto a todos aquellos con los que midió sus fuerzas.
Fermín Carnero (Gijón, 9 de mayo de 1938-León, 9 de junio del 2013) falleció ayer en su domicilio de León. Con él se va la historia misma de la evolución y la adaptación del sindicalismo en las últimas décadas, y la figura de quien supo aglutinar tendencias y diferencias para construir un modelo de reividicación laboral y social que afrontó desde la postura constructiva los profundos cambios del sistema político y social nacional, provincial y también autonómico.
«Yo lo que sé es enfrentarme a debates ideológicos, hablar en congresos, convencer sobre ideas, pelearme en negociaciones. Pero no sé qué decir en un homenaje». El multitudinario en el que en el 2007 se le rindieron políticos, sindicalistas, profesores y personajes públicos de toda índole. Se había ido de la representación sindical, pero no abandonó la acción. «Nunca he tenido vocación de permanencia ni de salvapatrias. Quiero ser un impulsor, no un gestor». La Fundación 27 de Marzo es buena prueba de ello.
Casado, con tres hijas y cinco nietos, Carnero dio sus primeros pasos en el sindicalismo de la mano de las Juventudes Obreras Católicas y la Hermandad Obrera de Acción Católica («se llamaban así para estar menos perseguidas»), pero en 1976, cuando ya apuntaban los nuevos sindicatos, fundó en León el de Teléfonos de UGT. Sólo dos años después llegó a la secretaría provincial de la organización, que dirigió hasta 1997. Se fue entonces a la secretaría autonómica, para cohesionar una UGT de aquella convulsa idea de Castilla y León en cuyo marco el sindicato habría de medir sus fuerzas a partir de entonces. Allí permaneció hasta el 2005, y desde entonces ha vivido volcado en la recuperación de la memoria histórica y del sindicato en la recuperada Casa del Pueblo de Valderas. «No es un almacén de documentos, sino un centro de divulgación de ideas y debate». Por si alguno pensaba que se había retirado a sus cuarteles de invierno.
Aquel delineante asturiano que ha marcado el sindicalismo leonés reconocía que con la edad se le habían «quebrado muchas cosas de la dureza que traía encima», porque la experiencia «te hace reflexivo» y más partidario del entendimiento que de la presión por encima de todo.
Polifacético, nunca abandonó su pasión por el dibujo, el teatro (desde decorador y tramoyista hasta actor), el deporte y la Cofradía de Genarín, de la que nunca dejó de ser arte y parte.
Pero si a algo decidó su tiempo sin regateos fue al sindicalismo. Comprometido, practicante a ultranza del diálogo pero defensor firme de sus principios, respondía a quienes le espetaban que los sindicatos ya servían para poco que había que estar «orgulloso de ser de UGT, herederos de un movimiento sindical histórico».
Reconocía sin empacho que las organizaciones sindicales necesitaban mayor preparación y que «no vale sólo ser un líder duro y combativo, hay que saber negociar». Con todos. Porque «ninguna regla del sindicalismo dice que tengas que negociar cuando la otra parte es ideológicamente cercana y negarte cuando es más distante». El desgaste de las instituciones, insistía, no es bueno para nadie.
Por eso huyó siempre de las descalificaciones y basó en el respeto a las personas los principios de «un diálogo productivo». Por eso se ganó no sólo la confianza, sino el afecto, de «contrincantes» de todo tipo y condición, desde trabajadores a presidentes autonómicos del PP.
Todo ello sin dejar de ser un defensor indómito de sus convicciones. Incluso en su etapa política (fue senador electo del PSOE en 1986).
Han sido 37 años de sindicalismo que solía calificar como «los más excitantes de la historia reciente». Porque Fermín Carnero sabía que la opción sindical «no es lugar para las personas que quieran una vida apacible». Aquel joven sindicalista que se «destetó» con las movilizaciones mineras y vivió los momentos más combativos de la historia del movimiento obrero tuvo la virtud de saber modelar siempre un sindicalismo acorde con las exigencias de los tiempos, sin excluir a nadie de una evolución del movimiento reivindicativo que persiguió adaptarse a las circunstancias sin renunciar a su esencia.
En su marcha del sindicalismo «activo», en el 2006, estuvo arropado por la más amplia representación política (de todo signo), sindical y social que pueda producirse. Los amigos que hizo desde su trinchera de diálogo y entendimiento. Los que no quieren olvidar su herencia de compromiso y palabra.