«Ya no hay ‘hits’ del verano»

José Miguel González lleva más de diez años en el mundo de las verbenas de pueblo. A sus 26 años ha pasado de cantante de orquesta a representante de estrellas de la talla de Los Panchos.

—¿Cómo empezaste?

—Yo siempre canté y a los 16 años empezamos a juntarnos unos amigos y así surgió nuestra primera orquesta. Éramos cuatro y hemos crecido hasta ahora ser doce y convertirnos en la orquesta más grande de León. Al principio hacíamos verbenas de pueblo por la provincia, después Castilla y León, hasta terminar en los San Fermines.

—¿Solo se trabaja en verano?

—Antes también se hacían verbenas en invierno, pero con la crisis ahora se apuesta más por las discotecas móviles. Ya no se aprecia la calidad musical de una orquesta, y la gente que ha estado muchos años preparándose en el conservatorio se siente desprestigiada.

—¿Alguna región favorita?

—Realmente me gustan todas, pero si tuviera que decantarme con una sería la zona de la montaña. La gente se porta con todos nosotros muy bien y trabajar así da gusto, te abren las puertas de sus casas de par en par.

—¿Qué es lo que más piden?

—Para pasarlo bien, los bailes de moda es lo que más piden. Nadie aprecia si tocan una pieza musical compleja, solamente quieren divertirse. Frente a un Nothing else matters , la canción que siempre triunfa es El Polvorete . Esa es la calidad musical que se pide en una verbena.

—¿Cuál es la canción de este verano?

—Yo creo que eso ya se ha acabado. Hay tanta saturación en el mercado que hay cuatro o cinco, y no solo uno. Pero, para mí, ya no hay hits del verano.

—¿Cuál es el éxito que nunca pasa de moda?

— Paquito el chocolatero , eso no pasa de moda nunca.

—¿Te gusta esta profesión?

—Sí, sin ninguna duda. Tiene un componente artístico que engancha, pero también tiene sus desventajas como tener que recorrer muchísimos kilómetros sin apenas dormir.

—¿Habéis tenido alguna confusión? Es que como hay tantos pueblos con nombres parecidos...

—Pues mandé a una orquesta a un pueblo que se llama Cabanillas y aparecieron en otro que se llama Cabanillas de San Justo en el Bierzo. Llaman los del pueblo diciendo que la orquesta no había llegado y les llamo yo a los míos para ver donde estaban y se habían ido a otro pueblo donde además no había fiesta [se ríe].

—¿Y algún momento bochornoso?

—Mío realmente ninguno, pero de ver a un pueblo entero liarse a porrazos y tener que parar la orquesta y no saber qué hacer... Eso fue en un pueblo de Palencia y no hace tanto.

—¿Se liga mucho?

—Pues sí. Los músicos tenemos muchas aventuras en los pueblos a las cinco de la mañana. Pero esas cosas son mejor no contarlas.

Pablo guerra nicolás

leonalsol@diariodeleon.es