Diario de León

En el año 1963 surgió un plan que dio la oportunidad a muchas jóvenes del entorno rural de la provincia de León de optar a estudios universitarios, gracias a su trabajo en una fábrica textil en Ripoll, Cataluña.

Nosotras, las de Ripoll

Las protagonistas del proyecto celebran su encuentro anual en León

Las «chicas de Ripoll» en el encuentro que tuvieron ayer en León.

Las «chicas de Ripoll» en el encuentro que tuvieron ayer en León.

Publicado por
maría ordóñez | león
León

Creado:

Actualizado:

Hace 50 años comenzó lo que sería un proyecto que garantizaría el futuro de cientos de chicas jóvenes del entorno rural de la provincia de León. Un grupo de empresarios catalanes presentó el plan a Isaías Domínguez, un sacerdote leonés, que oficiaba misa en Astorga.

La causa inicial de este proyecto fue que la mayoría de los centros de Educación Secundaria de la provincia se encontraban en la capital, por lo que el acceso a la formación después de la instrucción primaria era prácticamente inexistente. Los empresarios mostraron especial interés en estas jóvenes porque eran serias y trabajadoras, acostumbradas a colaborar en casa y en el campo.

Las participantes en este proyecto eran chicas cuya edad debía oscilar entre los 14 y los 17 años. Compaginaban además sus estudios con un trabajo de ocho horas en «La Shaphil», una fábrica textil que se hallaba en Ripoll, Cataluña. «Eramos casi todas de la provincia de León principalmente de la zona del Órbigo, Astorga y Ponferrada. Trabajamos ocho horas a turnos de mañana, tarde y noche», asegura Araceli Dominguez, alumna de la primera promoción.

Las chicas vivían en una colonia, dirigida por monjas seculares. «Teníamos residencia, fábrica, iglesia, cine; teníamos de todo dentro del mismo recinto», afirma Maribel Ramos, otra de las mujeres que participó en la experiencia.

«En el cine, cuando acababa la película, bailábamos sardanas con los chicos de la zona, siempre vigiladas», escribe María Lucía Solana, una de las chicas, en su blog.

Además, contaban con un sueldo, correspondiente a sus ocho horas de trabajo diario. Parte de este sueldo cubría los gastos, y el resto se les guardaba en una cartilla de ahorro. Al cabo de los cuatro cursos de Bachillerato Laboral, finalizado el contrato con la empresa Saphil, se les entregaba el dinero acumulado. «Cuando terminamos teníamos dinero para poder hacer una carrera», dice María Ángeles Rodríguez. Ella y sus dos hermanas, Emilia y Esther, pudieron ir a la universidad gracias al dinero conseguido durante ese tiempo.

«Una cosa que me quedó muy en la retina fueron las excursiones que hacíamos en Semana Santa visitando monumentos de España», expresa Araceli con nostalgia. Todas coinciden en que el proyecto también les enseñó a ser disciplinadas y organizadas.

Algunas chicas, se quedaron en Ripoll y formaron allí una familia. Otras regresaron a su casa para continuar los estudios o seguir trabajando. «Si un chico quería salir contigo, debía pedirle permiso a la directora», explican.

Hace 15 años Araceli comenzó a buscar a sus compañeras para poder reunirse y saber qué había sido de ellas. Desde entonces se reunen cada año el primer fin de semana de agosto, en algún lugar de la provincia de León.

Hace diez años, cuando se conmemoraba el 40 aniversario de la creación del proyecto, muchas volvieron a visitar el Centro y la fábrica, donde fueron muy bien recibidas por la alcaldesa de Ripoll y algunas personas que vivierón allí con ellas.

Este año, conmemorando el 50 aniversario de la experiencia, decidieron celebrar la reunión en la capital, ya que muchas de ellas apenas la conocen después de marcharse a Ripoll cuando eras niñas.

tracking