Diario de León

La vida al otro lado del burka

La imagen de una mujer anulada por un velo islámico paseando por las calles de León sacudió en la mañana de ayer a ciudadanos y ciudadanas. Comentarios ofensivos, miradas inquisidoras o insultos fueron algunas de las sinceras reacciones. .

Publicado por
diego rodríguez. leonalsol@diariodeleon.es
León

Creado:

Actualizado:

«¡Una con burka por León!», exclama una señora en Ordoño. Ayer a mediodía, en la abarrotada calle del centro de la ciudad, todas las miradas convergían en un mismo punto: en la inusual imagen de una mujer tapada de pies a cabeza con un burka, el velo islámico más radical. Pero no era algo real. Una periodista en prácticas de León al sol se colocó la controvertida prenda durante cuatro horas y salió a la calle para conocer la reacción ciudadana. Paseó por las calles, intentó tomar un café en las terrazas, entró en un centro de salud para solicitar la tarjeta sanitaria para personas sin recursos... A escasos metros de ella, otro redactor en prácticas y un fotógrafo siguieron sus pasos en la distancia para capturar los comentarios y reacciones de los transeúntes. El resultado ha sido una jornada, cuando menos, decepcionante.

La reacción más común en la calle es de cierto recelo. Muchos afirman que era la primera vez que veían a alguien así vestido, aún incapaces de creer que esa imagen ligeramente familiar por los informativos y las películas estuviera caminando ante sus ojos. Los ancianos sentados a la sombra junto a la fuente de la plaza de San Marcelo iniciaron un debate sobre si era «una árabe o un mimo». La primera opción tenía muchos más partidarios. «¡Que lleva rejilla, es una mora!». Varios comentaban que no podían entender cómo no se chocaba «contra una pared yendo así de tapada».

En Roa de la Vega, una niña le preguntó a su madre por qué esa señora iba así vestida, a lo que la madre respondió muy diplomáticamente explicando que «en su país se visten así».

Pero no todo el mundo reaccionó igual. Una señora que barría a la puerta de su cafetería en el Barrio Húmedo afirmó, ligeramente ofendida, que «si quiere ir así que se quede en su país». Su amiga lo matizó: «Si viene a España tendrá que adaptarse a las circunstancias de aquí». Nadie, en ningún momento, se planteó que la mujer bajo el velo fuera española.

Según datos de la Unión de Comunidades Islámicas de España, correspondientes al año 2012, en la provincia de León hay 4.528 musulmanes, extranjeros y españoles, alrededor de un 0,9% de la población total. La inmensa mayoría de ellos son muy discretos en lo referente a diferencias culturales y, en cuanto a vestimenta femenina, lo más «extraño» que se suele ver es algún que otro hiyab. Así que cuando ayer apareció el burka en medio de León, las reacciones fueron imprevisibles.

Un trajeado hombre mayor se encontró de frente con el velo integral tras doblar una esquina en Alfonso V. «¡Qué cojones, un burka!», gritó sorprendido. Su mujer se giró y murmuró con desprecio: «Yo lo prohibía por ley». En la terraza de un bar en Padre Arintero alguien señaló hacia la figura azul añil que caminaba por la otra acera y la primera reacción de los parroquianos —«¡me pone de mala hostia!»— retumbó a lo ancho de la calle. Le siguió un ofensivo comentario sobre la supuesta intransigencia de la mujer del burka y la tapa de jamón que estaban comiendo.

En un céntrico centro de salud, tras la amabilidad distante que se mostró de frente, una encargada de seguridad informó por el walkie sobre la presencia extraña y solicitó instrucciones. No le quitó ojo de encima ni se alejó de ella hasta que la posible amenaza salió por la puerta.

Le era imposible pasar desapercibida en ningún momento. Ni caminando por la calle, ni sentándose en un banco, ni mirando escaparates y, mucho menos, cuando entró en una tienda de una calle comercial del centro y tuvo que enfrentarse a las miradas de desprecio de dependientes y clientas. En dos ocasiones la mujer del burka intentó tomar un café. El primer intento terminó rápidamente cuando el camarero que salía a la terraza se dio la vuelta al ver el percal. La segunda vez se pasó más de quince minutos esperando mientras el camarero atendía mesas cuyos ocupantes habían llegado mucho después. Aunque nadie se encaró directamente con ella, tras su paso se oyeron algunos comentarios que no pueden reproducirse aquí por su nivel de xenofobia y de irrespetuosidad. Pero muchas personas, especialmente gente joven, mantenían una actitud lo más respetuosa posible e intentaban no mirar fijamente. Otros hacían fotos con el móvil.

Un indigente que empujaba su carrito por Condesa de Sagasta se detuvo al divisar a la mujer del burka. Tras un breve instante de sorpresa, su mirada solamente expresó un sentimiento, sin el menor rastro de juicios de valor. Era lástima.

tracking