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Uno de los transeúntes del censo apareció muerto de un infarto a la puerta de un comercio del centro este pasado jueves.

Publicado por
León

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Cuentan que no pedía limosna; que no hablaba sus cosas; que era educado y respetuoso; que llevaba unas gafas como las de Lennon; que no se emborrachaba ni daba problemas; que nació en Zamora; que recitaba de memoria frases de libros y citas históricas; que le gustaba ir a la biblioteca y se quedaba traspuesto un rato; que había quien pensaba que había dado clases en Salamanca, pero realmente fue un currante que reforestaba montes y recogía fresas como temporero; que, a sus 63, tenía cotizados 30 y sólo le faltaban dos para cobrar la pensión con la que buscar una habitación por ahí para vivir un poco mejor; que tiraba con los poco más de 400 euros de un auxilio social; que había tenido problemas que le llevaron a la calle; que no le gustaba dormir en los albergues; que deambulaba por las noches por la ciudad y dormía de día en un recoveco cerca de La Granja, donde le daba el sol y estaba bien; que la Policía le identificó en enero y marzo cuando pasaba la guardavela en un cajero automático de un banco pero no era de los habituales; que tenía cubierto guardado en el comedor de las Hermanas de la Caridad desde hace 15 años como mínimo; que pasaba tardes en Calor y Café; que se le veía a menudo con otros carrilanos en las gradas que deja la trasera de la Catedral que rellenaba sudokus y crucigramas; que hacía tiempo que no podía con la vida; que le habían preguntado esta misma semana qué le pasaba para tener la cara tan morada; que apareció muerto de un infarto a la puerta de un comercio, en pleno centro, debajo de unos carteles de rebajas y avisos de que se podía pagar con Visa; que todo el mundo habla de ello en la ciudad; que se llamaba Bernardo; que era un transeunte más; que sólo buscaba su rincón y ahí paraba... «Que le dejen ya, para qué quieren saber más», resuelve uno de sus amigos.