SAN JUAN Y SAN PEDRO 2014
José Tomás, el torero épico
El diestro cumple hoy en León uno de los tres compromisos que tiene esta temporada.
«La afición a los toros entonces era universal, y al revés de lo que hoy ocurre, es posible que entonces fuera menos gente a los toros, pero, en cambio, las corridas no morían en la plaza. Salían de ella y llenaban toda la ciudad y el país entero...» Palabra de Juan Belmonte, hace un siglo. Quien se mueva este fin de semana por León sabe que la afición ha inundado la ciudad. León es toros. Porque viene José Tomás. El torero épico. La expectación y la entrega. La diferencia, en el ruedo y fuera de él. Porque en ambos habita el misterio de este hombre silencioso y sereno hasta la desesperación, estático ante los toros y ante la fama, impasible ante el peligro y las presiones mediáticas. Porque tiene el control sobre ambos. Porque su verdad se impuso hace años y hoy la regala con cuentagotas. Y los elegidos disfrutan su gloria.
Tres únicos elegidos este año. Y el mito viviente y actuante ha posado su dedo en León. Junto a Granada y Málaga. Y detrás de él la legión de seguidores de todo el mundo que desde ayer inundan una ciudad elegida por la gracia taurina (que se traduce en lluvia de euros para muchos negocios locales, 2,5 millones calculan los expertos economistas que deja allá donde decide asentar sus manoletinas).
José Tomás llega al Parque con la costilla fracturada y una vigilada conmoción cerebral proporcionales al valor añadido que esa supuesta merma suma a su leyenda y su compromiso. Héroe tocado (una vez más). Nunca vencido. Figura de época que impone precios y condiciones inusuales, pero que responde a los aficionados con compromiso, verdad y entrega.
¿Y un toque de locura? En la cabeza y el cuerpo de los toreros rige otro régimen. Si es imposible de entender, es imposible de explicar. Lo conocen bien los aficionados. Un tantarantán y volver a la cara del toro. Una cornada y preguntar en la nube de la anestesia si estará la cosa medio lista para la próxima cita. Un aviso de la muerte y volver a calzar la taleguilla en cuanto los puntos aguanten. Otra pasta.
Todos los componentes se unen en José Tomás. Torero de época, figura de leyenda, riesgo, cabezonería porque los terrenos del toro son los que son, y los del torero no están ahí. Y, como decían antiguamente, viene el toro y o te quitas tú o te quita el toro. No es el caso de José Tomás. Aquel niño de Galapagar aspirante a futbolista e hincha del Atlético de Madrid se quedó en terreno del toro y le ha costado sangre, pero le ha dado la vitola de revolucionario y figura de época. La del valor y la gloria. También la de la sangre y la crítica, porque igual que dijo el Gallo de Belmonte se ha dicho de José Tomás: apresurarse a verlo, o no vais a llegar a verlo. José Tomás no usa muñeca y maña ni abusa de pies para esquivar embestidas. Se queda. Y punto.
Con todo ello, que vaya por delante que la figura de referencia del aspirante a futbolista (que no ha dejado de darle al balón) a la que admiró siempre sin conocerle fue Manolete. Pues no hay más que verlo. Vertical, inquebrantable. Estatuarios. Manoletinas. Ascético toreo de impasibles pies quietos y figura erguida. Lances capoteros de intensidad y hondura. Cercanía sin aspavientos. Pisar los terrenos del otro sin rectificar. Aliento de pitones en la taleguilla. Desafío.
Del miedo dijo una vez que las grandes tardes llegan en «esos días en que uno tiene miedo antes de salir a la plaza, porque hay que salir con el riesgo asumido, aceptarlo antes de que se produzca». Lo sabe él, al que los toros le han pegado lo suyo. Él, que ha visto el color del abismo. Y no cede. No se mueve. No cambia el sitio. No merma el valor.
Sigue toreando y viviendo (esto último se supone, su intimidad es infranqueable) como ha elegido. Como es. Como sabe o quiere estar. Valiente, artista, profundo. Misterioso. Legendario. Único.
Como sólo puede serlo quien decidió dejarlo todo cuando era el indiscutible número uno, el más deseado; y volvió sin que nadie le discutiera el lugar ni el mérito. Lo ha hecho de nuevo. Lo hace cada vez menos a menudo. Y elige sus citas con sumo cuidado. Allá donde siente que debe estar. ¿Por qué León? Esta tarde se desvelará el misterio.
Hasta la ciudad han llegado aficionados no sólo de todos puntos de España, sino del extranjero. Más de 500 sólo de la muy taurina Francia del sur. En busca de la intensidad. De la emoción. Del sobresalto de sus estatuarios. Del sin aliento de verle ofrecer su vientre al astado sin mover un músculo. De la entrega. De la verdad.
Espectadores dispuestos a contemplar el toreo sin trampa ni cartón. A ser testigos de algo que se sale con mucho de lo normal. José Tomás.