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En esta zona, que se encuentra apenas a unos kilómetros de la capital, continúan manteniendo las mismas tradiciones que hace años al labrar los huertos. Los tiempos han cambiado y ahora más que por necesidad se hace como mero entretenimiento

Ricardo de la Varga vive en San Miguel de Escalada donde lleva trabando más de treinta años en su explotación ganadera y antes de él lo hizo su padre.

Publicado por
Sandra alija @leonalsol
León

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Son apenas las diez de la mañana y el sol se levanta imponente sobre de la Ribera del Esla. Va a ser uno de los días más calurosos del verano. Pero la vida en los municipios de los alrededores ha comenzado hace ya algunas horas, y es que en los pueblos siempre hay alguna tarea pendiente que se hace mejor durante las primeras horas de la jornada antes de que haya demasiado calor.

10.00 A poco más de 20 minutos de León se encuentra Mansilla de las Mulas, un importante enclave del Camino de Santiago ya que en él confluyen el Camino Real Frances y la Vía Trajana. Allí se encuentra José Antonio Brezmes, presidente de la Junta Agropecuaria. «Para no aburrirme vengo al huerto y así paso el rato. El tomate de aquí es un manjar, es una pena que se haya ido perdiendo» comenta. «El año que viene me jubilo y cuelgo los bártulos» explica mientras camina por la tierra labrada llena de tomates, cebollas y lechugas.

11.00 A la entrada del pueblo se encuentra César Mencía que acaba de bajar del coche para dirigirse a su nave. «Dentro de poco cumplo 84 años y sigo conduciendo, voy icluso hasta madrid sin problemas» asegura. «En un principio construimos esto para almacenar lentejas, también hemos tenido una central lechera pero ahora sirve para aparcar los coches de algunos vecinos», comenta mientras señala una hilera de automóviles. «Solo nos dan la voluntad pero muchos se van sin pagar e incluso se llevan la llave», asegura sin perder la sonrisa.

12.00 El padre Maximino Rodríguez pasea con el periódico bajo el brazo por las calles de Palanquinos, pueblo que abandonó hace 53 años para transladarse a Zamboanga en Filipinas. «Me fui de aquí cuando tenía 25 años y he vuelto 5 o 6 veces desde entonces. Llegué el otro día y estaré aquí hasta octubre, vine a visitar a la familia y a disfrutar de la tranquilidad que se respira. En Filipinas el año pasado estuvimos 23 días en guerra».

13.00 Tan solo unos metros más adelante se encuentra Carlos González trabajando en su empresa de suministros de contrucción que anteriormente perteneció a sus padres. «A partir de septiembre baja mucho la gente en el pueblo y eso se nota en el negocio» comenta a la vez que continúa cargango materiales bajo el sol abrasador de media mañana. Y continúa «en invierno cuando voy por las obras a repartir solo se ve a la gente que trabaja en ellas, no hay nadie por la calle».

14.00 A pie de carretera está la casa de Santiago Gómez. «Aquí se vive muy bien, hay ruidos y sí que hay buena gente». «Viví más de veinte años en Asturias, pero mi mujer y yo decidimos volver al pueblo y estamos encantados», asegura. «Yo me he dedicado a la construcción, ahora tenemos este pequeño chalet, que aunque está sin terminar lo hemos ido haciendo nosotros poco a poco» declara mientras pasea entre manzanos y ciruelos junto a sus nietos.

15.00 El monasterio de Santa María la Real de Gradefes es lo primero que llama la atención al aproximarse a la localidad. Allí tiene su hogar la abadesa Visita Pancho. «La clausura va cambiando y ahora se puede salir a todo lo necesario pero que yo salga a dar un paseo no tiene sentido». Para esta orden «acoger a la gente es uno de nuestros carismas», comenta mientras se sienta en inigualable Sala Capitular y deja vagar la vista por los arcos que presiden la estancia y dejan pasar la luz del mediodía.

16.00 Bajando por la misma calle del monasterio Milagros Ontañilla está sentada a la puerta de su casa y charlando con un vecino. «Aquí (en Gradefes) la vida es muy tranquila y muy cómoda. Aunque el convento atrae a mucha gente, raro es el día que no viene uno o dos autobuses» relata. «A mí en verano se me llena la casa sobre todo con los nietos y biznietos, y yo estoy encantada» recuerda mientras se le ilumina el rostro.

17.00 Ricardo de la Varga está como cada tarde en su explotación ganadera situada junto a la carretera que recorre San Miguel de Escalada. «Este oficio lleva mucho trabajo. Mañana y tarde los 365 días del año, no hay fines de semana ni vacaciones» apunta al mismo tiempo que le da de comer a los animales. «Yo estuve trabajando fuera pero esto me gusta así que volví y me quedé. Siempre le digo a mis hijas que trabajen en lo que realmente les guste».

18.00 A media tarde cuando el sol ya no pega tan fuerte Olegario del Río se dispone a regar las lechugas, patatas y pimientos que con tanta dedicación cuida todos los días. «Tengo el huerto por pasar el rato, vengo después de jugar la partida si no los días se hacen muy largos». «Hay muchos que como yo ya están jubilados y también tienen una pequeña huerta y luego presumimos unos con otros».

19.00 Este paseo por la comarca culmina tras tan solo recorer los apenas 6 kilómetros que separan San Miguel de Escalada de Valle de mansilla. Sentados cómodamente en un banco de la plaza, punto de reunión de la localidad, bajo la sombra de los árboles se encuntran Odón Pérez y Ceferino Urdiales, aunque todo el mundo lo conoce como Nini. «Antes estábamos quince o veinte todas las tardes aquí y ahora ya ves como estamos, solo dos o tres la mayoría de los días. Cada vez somos menos». «Nos conocemos de toda la vida, desde niños» comenta Odón, recordando viejos tiempos. «Es una pena que la Peña del Horno se haya derrumbado. Recuerdo cuando de niño me metía por allí y no paraba de darme coscorrones», afirma Nini.