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León

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Los amigos de Miguel Pajares en León respiraban ayer con una mezcla de esperanza y preocupación, a la espera del regreso del religioso a España y con la confianza de que el tratamiento que reciba en su país logre salvar su vida. Tras la angustia con la que vivieron el martes la confirmación de que padece ébola, quienes le conocen y han compartido con él trabajo y amistad en León coinciden en destacar la bondad y la generosidad que han guiado siempre sus actuaciones.

«Nunca pidió nada para él». «Sabe que tenía que volver a España, pero no quería dejar Liberia porque siempre dice que sin el hospital aquellas personas no tienen esperanza». «Es el ejemplo de la gente abnegada de la Orden de San Juan de Dios». «No es un incosciente, sabe bien el peligro que corre allí. A veces han tenido que ir escoltados a algunos pueblos para atender a la gente. Pero sabe también que su labor es necesaria».

Son algunos de los recuerdos que sus amigos guardan de las conversaciones mantenidas con él sobre su experiencia en África, los últimos ocho años en el hospital San José de Monrovia, la capital de Liberia. «Ahora están allí solos. No se les podía dejar».

Entre quienes conocen al religioso de La Iglesuela (Toledo) la primera palabra que surge a la hora de definirle es «bueno». Un hombre bueno. Y muy querido. Saben que ha dedicado toda su vida a ayudar a los enfermos y a los necesitados; le han escuchado repetir su deseo de volver a África, ahora en Liberia, antes en Ghana; para entregar a partes iguales su labor pastoral y su entrega como sanitario.

Miguel Pajares entró en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios con doce años, estudió enfermería, se ordenó sacerdote y ha pasado 18 de sus 75 años de vida en las misiones.

Tanto la ONG Juan Ciudad como otros colectivos se movilizaron el martes por la tarde en las redes sociales y reunieron decenas de miles de firmas para solicitar al Gobierno la inmediata repatriación del religioso, cuya situación es grave y que mantiene contacto con su orden y la familia a través del teléfono. Su deseo es que las religiosas que le acompañan en el hospital viajen con él.