Diario de León

cría patos... y te los comerán todos

En este pueblo se hartaron de las voraces incursiones de un enigmático raposo (muy probablemente de dos patas) y decidieron colocar aviso tremebundo

El conminatorio cartel que colocaron hace cuatro años en Velilla de la Reina.

El conminatorio cartel que colocaron hace cuatro años en Velilla de la Reina.

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León

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Cuando los vecinos de un pueblo mantienen curiosina y bien cuidada una zona de su jurisdicción —cosa que no suele suceder con demasiada frecuencia en este Achacoso Reino—, por ejemplo una laguna o un estanque, y decicen poblarla con patos, ocas y otras especies plumíferas y acuáticas, y día sí, día también, desaparecen a pares estas volátiles sin proferir un solo ‘cuac’ —es comportamiento poco propio de la voracidad zorruna pero sí, y mucho, de la rapacidad humana—, no resulta extraño que una noche a alguien se le hincharan las anátidas y colocara, resoplando de justa indignación, el cartel que puede verse en la imagen. Un resumen perfecto, en sólo siete líneas, del estado de ánimo que enfurecía a todo el pueblo pero que en absoluto está ausente de educación —lo cortés no quita lo caliente— : ‘Señor Robapatos’ comienza, muy cortés, para después proclamar la férrea voluntad vecinal de no rendirse jamás al desafío glotón de un raposo al que se le suponen suficientes capacidades lectoras (antes bien, «ya estamos criando otra media docena de patos para cuando acabes con éstos»). Y que culmina con tremenda maldición que hace temblar el misterio y también los meandros intestinales («¡ansioso —cuántos de estos hay hoy—, ojalá te den una indigestión que revientes!»). Poco más se puede añadir.

La historia sucedió en Velilla de la Reina, en esa Laguna de los Pozos a la que desde tiempo inmemorial cada casa echaba sus curros para que comieran libremente y después volvían solas las camadas en formación casi militar. Una tradición recuperada en el año 2010 con intensiva repoblación de patos y ocas frustrada con el secuestro, pocos meses después, de una docena de ejemplares. Pero llegó el cartel amenazante y los robos cesaron: hoy las aves medran como ovejas, son ellas las que meten miedo de grandes que están. Una idea: ¿Ponemos carteles parecidos ante las sedes de los bancos?

Emilio Gancedo

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