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El homenajeado carga su discurso de gratitud a los que le rodean

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León

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La intervención de Fernando Álvarez Tejerina estuvo «rebosante de gratitud y agradecimiento». A los trabajadores de la administración de justicia «de los que aún recuerdo como en los noventa daban ejemplo de buena fe pese a los medios con los que contaban», al cuerpo de secretarios judiciales «que sois piezas claves. Aprovecháos de nosotros, los procuradores, igual que nosotros debemos hacerlo de vosotros porque ello redundará en la buena marcha del procedimiento». Tuvo palabras de agradecimiento para los jueces de León: «El término magistrado es menos entendido por el público, reivindico el de juez para quien se dedica a juzgar».

Extendió el mismo sentimiento hacia sus compañeros: «El decano no es más que un representante, vuestros aciertos son los míos y vuestras inquietudes también».

Hizo un alegato de culpabilidad «con permiso del Ministerio Fiscal» de los decanos de la comunidad «como responsables de que se me conceda esta condecoración».

No faltó la mención a su familia, «mi esposa y mis dos hijos que sufren mis ausencias. Una parte de la cruz es vuestra». Cerró el acto interpelando al vicario: «Acuérdese en sus oraciones de este mal cristiano, bracero de La Flagelación (JHS) para que continúe la procesión de la vida con un caminar lo más recto posible hasta el día del examen final».

Acabó con la confianza de cumplir las tres máximas que presiden el buen discurso: «Estar de pie para que se me vea, hablar alto para que se me oiga y sentarme pronto para que me aplaudan».

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