Diario de León

Perfil | Antonio Silván Rodríguez

El hombre tranquilo

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León

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El hombre que quiso ser Herrera antes soñó con convertirse en médico rural, como su padre. Se ríe cuando se lo recuerdan. Se ríe fuerte. Siempre se ríe. Una sonrisa abierta y franca como una puerta de acceso que el hijo de la maestra lleva como una bandera. Un seña de identidad izada ante amigos y enemigos que al final tienen que dejar de serlo. Vive y deja vivir, pregona como lema de vida; no parecería difícil si no fuera porque al final terminó por convertirse político.

Pero el hombre tranquilo, como el personaje de la película de su admirado Jonh Wayne, presume de no tener cadáveres políticos en el armario. No perdona la mala fe, la puñalada trapera por la espalda, ni concibe las intrigas como una cualidad política, a pesar de que haya habido quienes lo traducen como indolencia o falta de apetito por el poder. Pero ahí está, a su manera, sin perder la sonrisa, ni levantar la voz, tras marcar una senda concienzuda de trabajo y fama de maniático perfeccionista.

Casado con una abogada, a la que conoció cuando opositaba para Notarías en Asturias, y con un hijo de 19 años, que conserva el nombre por tercera generación, su vuelta a tiempo completo a León acaba con las interminables travesías por carreteras de la Comunidad que le han quitado el tiempo que le reclaman su familia y sus amigos. Amante de la montaña, madridista, deportista menos de lo que quisiera, no olvida cómo su padre, antes de que le operaran del corazón, le reunió junto a sus tres hermanos y les pidió una sola cosa: «Sed personas». En esas sigue, tranquilo y sonriente.

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