Diario de León

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Villarejo de órbigo

En este municipio continúan manteniendo las mismas tradiciones que hace años. Los vecinos trabajan sus pequeños huertos que se han convertido en un pasatiempo con el que hacer frente a la tranquilidad de la zona sobre todo en los meses invernales

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León

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Un inigualable paisaje verde se extiende ante nosotros solo interrumpido por algún que otro árbol o un agricultor atareado que se afana en terminar sus labores diarias antes de que el sol se levante demasiado y el calor de sus rayos resulten asfixiantes. En los pueblos del municipio de Villarejo de Órbigo hace ya varias horas que comenzó la actividad. Un mar de maíces nos escolta a la llegada a nuestro primer destino.

10.00 Casi 40 kilómetros separan León de nuestro primer destino, Villarejo de Órbigo. Recorremos sus calles y caminos y prácticamente no hay ni un alma. Paulino Vaca está pasando aquí el verano junto a sus nietos. «Cuando mis hijos se fueron haciendo mayores querían venir al pueblo, así que compré una casa. Además aprovechan para traer a sus amistades y que conozcan la zona. A pesar de que el pueblo va a menos porque es gente mayor también están surgiendo nuevas iniciativas como el descenso del Órbigo en canoa», comenta mientras echa un ojo a sus nietos que corretean junto a un pequeño arroyo que discurre frente a la casa.

11.00 Justo al cruzar la calle y apenas una veintena de pasos más adelante se encuentra el Club hípico Jors. Elena Nieto acaba de dejar su bicicleta a la puerta y entra en el local en el que se encuentra todo el material preparado para pasar una agradable mañana montando a caballo. «Monté el centro junto a mi novio Benjamín y mi suegra María del Pilar y comenzamos a dar clases», explica. «Curiosamente del pueblo viene poca gente. Como se suele decir, nadie es profeta en su tierra», comenta mientras se pone un sombrero al más puro estilo cowboy.

12.00 A pie de carretera está Javier González que, pala en mano, se dispone a regar un campo de maíces. «Todavía no ha llegado el agua», afirma muy convencido. «Aquí la vida en el pueblo es muy tranquila, pero te tiene que gustar», explica. Poco después se reúne con Celestino Rodríguez . «Durante muchos años fui pastor y es una vida muy sacrificada, incluso había que dormir con las ovejas», comenta mientras acaricia a uno de sus mastines. «Llevo más de 30 años en Veguellina aunque antes pasábamos los veranos en la montaña», apostilla recordando otros tiempos.

13.00 En Veguellina de Órbigo también reside Manuel Fernández , toda una vida dedicada al campo y ahora con 83 disfruta de la tranquilidad que en ocasiones le permiten sus once nietos. «Siempre trabajé las tierras y también estuve en la campaña de la azucarera», relata. «Yo no puedo pedir más, con mi familia no necesito nada más».

14.00 A través de regadíos y choperas el camino nos guía a nuestro tercer destino, Estébanez. Una pequeña población como tantas otras que salpican la mayor parte de la provincia. Al recorrer sus calles nos damos cuenta de la poca gente que anda por sus ellas, cuando nos topamos con Isauro Martínez y Concepción Pérez, que están sentados a la puerta de una de las casas. «Ahora ya no se reúnen esos corrillos de vecinos para sentarse al fresco y se veían más niños», comenta Isauro. «Antes tenía un huerto y unos frutales aunque ya hace un par de años que lo he ido dejando». «En el pueblo es donde mejor estoy yo, como los pueblos no hay nada pero tengo que estar con mis hijos», afirma Concepción.

15.00 A nuestra llegada a Villoria de Órbigo se encuentra Simón Martínez preparado para reparar una verja que con el tiempo se ha ido deteriorando. «Soy obrero, aunque estoy de vacaciones y en lugar de disfrutar de la playa mira lo que estoy haciendo», comenta mientras coge el soplete. «Yo llevo toda la vida viviendo aquí y sí que es cierto que en los dos últimos años viene mucha más gente principalmente por la piscina, además de que está en un entorno muy bueno».

16.00 A estas horas pocos son los valientes que desafían a los potentes rayos solares y se aventuran a salir más allá del portal de su casa pero cuatro vecinas, Adoración Pombar, Josefa Miguélez y Segunda y Elvira Gutiérrez , se cobijan a la sombra y sobre un tapete verde se disponen a jugar a las cartas. «Mi madre (Adoración) hace poco que cumplió 100 años y lo celebramos por todo lo alto», comenta Elvira mientras que su hermana Segunda se apresura a apuntar. «Dimos pinchos a todo el pueblo, aquí mismo, a la puerta de casa. Luego fuimos toda la familia a celebrarlo».

17.00 Según se baja en dirección a la piscina de la población ya nos hacemos una idea de la cantidad de gente que la visita pues a ambos lados de la carrera discurre una hilera de gente y bicicletas. Sentadas en la terraza del chiringuito y con la vista perdida en el gentío que disfruta del chapuzón de rigor están Ana López y Elisa Rebollo . «Muchos trabajamos fuera del pueblo pero las raíces que tenemos aquí hacen que no te quieras alejar de este lugar», comenta Ana. «Nosotros solemos ir a menudo a Veguellina o León y con los hijos me paso todo el día de un lado para otro».

17.00 Este paseo por el Órbigo culmina junto al río mientras Sonia Martínez y su padre Raymond mantienen los pies bien frescos sumergidos en el agua. «Vivo en Málaga y todos los veranos nos subimos hasta aquí. Me encanta este clima y la casa está siempre fresquita», relata Sonia. «Mi padre aunque está en Madrid suele venir muchos fines de semana». «Me encanta dar paseos en bicicleta y alejarme del bullicio de la capital», afirma su padre.

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