carteles para después de una guerra

El buzoneo, o la publicidad puerta a puerta, tan de moda en estos tiempos, ya se utilizó después de la guerra. Con otros fines muy distintos. No se trataba de vender la última oferta en el supermercado, ni esos precios sin competencia de las grandes superficies. Se trataba de luchar contra los últimos combatientes de aquel fracaso colectivo. Los llamados maquis.

Y es que el cartelismo también fue un arma bélica. Hay grandes colecciones de la guerra civil de ambos bandos. Estos, en cambio, son de los primeros años 40, más de andar por casa, y se hicieron expresamente en León para combatir en algunos pueblos del norte de la provincia a aquellos que sobrevivían en el monte a duras penas.

El historiador leonés Secundino Serrano, uno de los grandes conocedores de la historia de los maquis, considera que estos guerrilleros antifranquistas son los «grandes olvidados de la democracia». Se calcula que en toda España llegaron a ser cerca de 6.000 y otras 20.000 personas fueron lo que se llamó «enlaces», colaboradores que se encargaban de facilitarles alimentos y de los que una tercera parte eran mujeres.

León fue una de las primeras zonas donde surgió esta infraestructura paramilitar, que no tenía una militancia definida como en el resto de zonas, que eran del Partido Comunista; por eso tuvieron un sentido más libertario.

Los carteles se buzoneaban para advertir lo peligroso que era colaborar. Tanto o más que la amenaza escrita son los dibujos. Cómo se vio por el antiguo régimen a los últimos opositores.

Los carteles de la guerra civil tuvieron un gran valor como exponentes de posturas ideológicas y morales antagónicas, como se puede ver en el tercer cartel de Asturias.

Los artistas de la época pusieron su trabajo al servicio de causas muy diferentes. Ambos bandos usaron los carteles para comunicarse con el pueblo, en gran parte analfabeto, y difundir consignas políticas. Ya lejanas.

MANUEL C. CACHAFEIRO