«Si la enfermedad fuera a peor, la falta de ayudas de verdad la matarían»
A pesar de que tanto el número de solicitudes presentadas y admitidas como de las concedidas haya aumentado paulatinamente de forma notoria desde las 14.167 prestaciones reconocidas en diciembre 2008 hasta las 69.580 de junio de 2015, la caída de la cuantía económica de las mismas ha sido superior al 80%.
Las prestaciones económicas destinadas para los cuidados en el entorno familiar suponen el 30% de las ayudas totales. Una reducción que llegó de forma directa al caso de Margarita Badiola García.
Esta jubilada, de 81 años y residente en La Robla, posee una dependencia de grado II a raíz de un accidente cerebrovascular sufrido en el año 2009 que la dejó en un estado de dependencia bastante agudo, especialmente durante los dos primeros años.
Tras una larga deliberación por parte de sus familiares sobre la mejor opción para su cuidado, su hija María José decidió que lo adecuado era que Margot, como la llaman en casa, se mantuviera en la residencia familiar bajo su cuidado.
Conforme pasaba el tiempo, María José se dio cuenta de que «era imposible hacer frente a todos los gastos que conlleva mi madre, porque además es celíaca», por lo que solicitó una prestación económica de cuidados familiares. «La ayuda nos la concedieron en 2010 y no superaba los 300 euros».
Un año después la enfermedad se estabilizó, «¡hasta empecé a sacarla a la calle!» y, al mismo tiempo, la cuantía económica que le correspondía descendía «de manera preocupante» hasta llegar a los 40 euros de ahora.
María José hace frente con esa ayuda y su sueldo a «pañales, pomadas o medicamentos que no cubre la seguridad social, no sé cómo piensan que podamos ».
«Si la enfermedad fuera a peor de lo que está, la falta de ayudas de verdad mataría a Margot»