Diario de León

JUICIO EN ROMA

«El papa quiere que esto se resuelva rápido»

Lucio Vallejo aparece abatido el primer día de juicio por la traición al pontífice

Un desmejorado Vallejo Balda, ayer junto a su ex colaboradora y el resto de los imputados

Un desmejorado Vallejo Balda, ayer junto a su ex colaboradora y el resto de los imputados

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C. CABREJAS | CIUDAD DEL VATICANO
León

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El banquillo de imputados en la única sala de Justicia del Vaticano se quedó ayer pequeño: en él se sentaron cinco personas, ninguna de ellas ciudadano del Estado pontificio, acusadas de filtrar y divulgar documentos reservados de la Santa Sede.

A la sala de audiencias en el edificio de la Oficina Judicial, a pocos metros de la basílica de San Pedro y de la Casa Santa Marta, la residencia papal, fueron llegando los protagonistas del llamado Vatileaks 2, uno de los mayores escándalos que se han vivido en el Vaticano.

Antes de la llegada de los periodistas uno de los imputados, Nicola Maio —ex colaborador de otro, el sacerdote español y ex ecónomo de Astorga Lucio Ángel Vallejo Balda-, ya se encontraba dentro de la sala.

Después llegó la ex relaciones públicas italiana Francesca Chaouqui, miembro de la comisión investigadora de los organismos económicos y administrativos de la Santa Sede (Cosea), vestida de modo informal porque, como ella misma dijo, está embarazada.

Por separado llegaron los dos periodistas en cuyos libros se publican los documentos y otros datos que han desencadenado este caso: Gianluigi Nuzzi, autor de Via Crucis, y Emiliano Fittipaldi, que ha escrito Avarizia.

El único que llegó en coche y escoltado fue Vallejo Balda, quien fuera secretario de la Cosea, de donde provienen la mayor parte de los documentos filtrados.

El sacerdote español es el único de los cinco que está detenido —desde el pasado 1 de noviembre—, pero a los periodistas que le preguntan cómo está les asegura que está «muy bien», que le tratan «muy bien» y que en la Gendarmería se siente «protegido». Sin embargo, su aspecto físico está francamente desmejorado, con unos kilos de menos y el pelo rapado.

La pequeña sala, de unos 50 metros cuadrados, austera, con techos decorados con relieves dorados y cuatro grandes arañas está abarrotada: cinco abogados, dos fiscales, un presidente de tribunal y dos jueces adjuntos y dos miembros de la secretaria y, en el lado izquierdo, el banquillo de los acusados.

Los dos periodistas se sientan juntos y a su lado Chaouqui, mientras que a Vallejo y a su colaborador se les colocan dos sillas. El banquillo se ha quedado pequeño. Los dos periodistas de vez en cuando intercambian alguna palabra, pero entre el resto de imputados reina el silencio, se ignoran. Sólo un pequeño gesto de cariño de Vallejo Balda al que fue su colaborador en la Cosea, Maio, cuando le pone la mano en la rodilla como para darle ánimos. El colaborador está muy nervioso; en la pausa del proceso, pasea continuamente, escribe y no habla con nadie.

Las fotografías que todos los medios han publicado de Vallejo Balda y Chaouqui sonrientes durante un acto, pues además de trabajar juntos eran amigos, quedan lejos. Ayer entre ellos había total indiferencia. En la primera audiencia, el presidente del Tribunal, Giuseppe Dalla Torre, desestimó la petición de Fittipaldi de anular su enjuiciamiento al considerar que los delitos están «indicados de manera suficiente», así como el de la abogada de oficio de Vallejo, que había pedido más tiempo para preparar el juicio ya que hasta ayer no recibió la relación de los cargos y el sumario. Durante los 40 minutos que el Tribunal se retira a deliberar, los periodistas hablan con la prensa y expresan su malestar por lo que consideran un ataque a la libertad de prensa y además denuncian la falta del derecho a defenderse. Nuzzi lo define un proceso «absurdo y kafkiano», asegura que «no son mártires, sólo cronistas», mientras que Fittipaldi recuerda cómo sólo el sábado se le comunicó la imputación y cuatro días más tarde debe afrontar un proceso.

Ambos recuerdan que el Vaticano no permite ejercer a abogados que no encuentren autorizados en la sede apostólica, unos noventa en total. También Vallejo Balda se acerca a la prensa y sonríe y hace bromas, pero el semblante se vuelve serio cuando dice: «El papa quiere que esto se resuelva rápido».

Levanta sus dudas al comentar que la de ayer «es la tercera abogada que tiene en una semana» y que la última de oficio renunció el domingo, de ahí sus dificultades para preparar una defensa con una persona a la que vio por primera vez ayer por la mañana. El próximo lunes empezarán los testimonios; el primero, el de Vallejo.

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