EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO
«Raquel estaba parada; si estaba esperando eso ya es interpretación de cada uno»
El controlador de la ORA manifiesta que la agente no vio cómo llegaba Triana. «Me miraba a los ojos, no estoy seguro de que viera lo que le dejaban en el coche». «En ningún momento hizo ademán de cortar la conversación ni quiso irse»
Combate nulo. El intercambio de golpes entre las acusaciones y las defensas con el controlador de la ORA como inesperado punching en medio de la contienda dejó otra sesión tensa en el Palacio de Justicia y multitud de dudas que no parecen llamadas a fácil resolución. No hubo quien pusiera sobre la mesa un argumento irrefutable respecto al papel de la agente de la Policía Local y a medida que avanza la vista, parece más complicado que vaya a aparecer. Quien gane lo hará a los puntos. Es poco probable un k.o.
A saber. El controlador no quiso mojarse sobre la actitud de Gago. «Una persona que está parada, puede estar esperando... Eso es interpretación de cada uno. Si está parada, a lo mejor está esperando a algo... Yo no le pregunté si estaba esperando a alguien o a que abrieran una tienda». El miedo a que las contradicciones lo llevaran a un falso testimonio le hizo medir el verbo.
Y a la inversa, también: «No me doy cuenta de que Triana le dijera que dejaba algo en el coche y Raquel no pudo verla venir. Estaba de espaldas al paseo de La Condesa y en ningún momento se giró para ver si venía alguien. No vi a Raquel accionar el mando para abrir la puerta del coche. No escuché que recibiera ninguna llamada de teléfono y de haberle metido algo en el coche supongo que lo hubiera visto, pero sólo lo supongo».
Poco descanso
Tenso por la importancia del momento y sabedor de su peso en el caso, el trabajador de la empresa que controla el aparcamiento de pago en la capital pasó el peor trago desde que comenzó el caso.
Bonachón, inocente y célebre en la capital donde cuenta con muchos conocidos, el testigo evidenció por las ojeras que las últimas noches no ha dormido mucho, por los brazos cruzados que muchas preguntas le incomodaron y por la forma de dirigirse a los presentes, que traía preparado el tratamiento que debía profesar a las partes. «Sí, señor», respondió al Ministerio Fiscal a la primera pregunta. «Sí señora», le dijo a la única letrada femenina en el estrado. Y ya en la calle, dos cercos en la zona de la camisa más próxima a las axilas denotaban el efecto Camacho de la tensión.
«Mi horario de trabajo implica hablar con la gente», protestó y aclaró cuando se le cuestionó la conveniencia de pararse a hablar con Gago estando de servicio. «Es la cuarta vez que declaro», lamentó con evidente resignación. «En la Policía Local me preguntaron por los hechos, pero no leí la declaración», matizó antes de negar una aseveración que se daba por hecha: «Nunca dije que hubiera estado con Raquel desde doce minutos antes de que llegara Triana y otros cinco minutos más después».
Narración
El asunto comenzó como sigue: «Yo iba recogiendo los sobres de los buzones, me dirigí al buzón, la ví parada y retrocedo como hago siempre en mi recorrido. Comenzamos a hablar y durante quince minutos charlamos. Mi horario de trabajo implica hablar con la gente. Cuando llegó Triana llevábamos tiempo hablando, pero no sé cuánto. Saludé a dos compañeros de la ORA en la acera de enfrente. Raquel no cambió de posición en esos quince minutos».
Lo siguiente es conocido. «Ella estaba en la zona entre la acera y la carretera y yo en la acera. Yo miraba hacia el chino de enfrente, dirección Condesa. Y ella miraba a Gran Vía de San Marcos. La chica que llegó no la conocía yo. No sé de dónde pudo venir. Creo que dijo: ‘abre’, pero ahora mismo no me doy cuenta de que dijera que iba a dejar algo en el coche y que iba hasta la frutería. Raquel no contestó. El coche se abrió pero no sé si lo abrió Raquel o quién. No vi a Raquel accionar el mando pero sí escuché el portazo de cerrar».
La despedida tampoco despertó sospechas: «Estaríamos entre diez y quince minutos charlando. Yo me fui del sitio antes que Raquel, porque tengo los tiempos muy medidos en el servicio. Le dije: ‘yo voy a continuar, tranquila que vendrá ahora’. No me extrañó».
Más aclaraciones: «No hubo diferencias entre su comportamiento habitual y el de ese día. Raquel no cambió de actitud cuando llegó Triana, no hizo ademán de acabar la conversación ni alteró el tono de la conversación. No percibí nada extraño. Nos estábamos mirando a los ojos, no estoy seguro de que viera lo que le dejaban. Podría ser que estuviera mirando solamente a mis ojos. Sin ningún género de dudas dijo: ‘Joder, cuánto tarda esta tía’. Lo dijo sin alteración.
Caso croquis
Se levantó el trabajador de la ORA, inspeccionó en la pantalla un croquis sobre la posición de las dos amigas y de su persona y se sentó con una revelación sorprendente: «Yo no hice ese plano, a mí me lo pintaron para saber si estábamos puestos en esa posición pero yo no lo hice».
«Desde Lucas de Tuy no se puede ver si hay alguien detrás de los contenedores. Raquel estaba entre el coche y los contenedores». A criterio de la defensa de Triana, la acusación particular le había forzado a decir que el encuentro entre las dos amigas había sido a las 17.20. No respondía el controlador, que se quedó pensativo. «¿Necesita gran concentración para responder a esta pregunta?», le espetó el letrado. «¿El 16 de mayo no dijo usted que era entre las 17.15 y las 17.20?», insistió José Ramón García. «Yo voy a trabajar, no voy a una carrera de fondo», contestó ofendido el testigo. «Más o menos llegué sobre esa hora. Si la llamada está registrada a las 17.19:14 ya podía estar allí», aclaró.
El motivo de la discusión inicial: «Estuvimos hablando de un problema que había tenido con dos controladores. La habían azuzado a que sacara el ticket. No es que Raquel tenga un carácter fuerte, sino que estaba enfadada por lo que ocurrió».
Cuestiones aleatorias: «No recuerdo haberle dicho a Raquel que el compañero con el que tuvo el problema hubiera tenido más incidentes con otros ciudadanos. Para entonces, Raquel Gago dejó de tomar notas y de hacerle apuntes a su letrado. Se fue con la misma cara serena con la que llegó.