Diario de León

ANÁLISIS: La paradoja de la regeneración

León

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No había Ciudadanos en León. El primero fue el berciano Santiago Iglesias, en el año 2007. El resto tardaron en llegar, todavía imbuidos por el mensaje rosa de UPyD, que terminó por ser la cantera natural de afiliados, como si promocionaran de Mareo al Bernabéu. En ese tránsito fue en el que apareció la acción política de Sadat Maraña, bien avanzado el año 2013, después de haber fracasado como candidato al Ayuntamiento de León por la formación de Diez y haber tocado diferentes puertas de entrada, incluida la de VOX, junto a su inseparable Juan Carlos Fernández. Un hueco en el que se ahormó a partir de su trabajo en las elecciones Europeas de mayo de 2014, en las que atrajo a Javier Nart y Juan Carlos Girauta y acumuló 5.461 votos en la provincia leonesa. Ahí nació su mito como fundador y remero desinteresado.

Esta veta la aprovechó Maraña con el viento a favor de las encuestas en las que cualquier candidato naranja tenía la cara de Albert Rivera. Con ese cartel, en poco más de un año, subieron hasta los 23.377 apoyos, el 8,91%, en los comicios autonómicos; y 37.671 sufragios, 6 meses después, en las generales. Dos urnas de las que salieron 35 concejales, la llave de gobierno en la capital leonesa, la Alcaldía de Sariegos, un procurador autonómico, un diputado provincial y un diputado en el Congreso. Pero a cambio, orgánicamente no existía otra estructura que Maraña. Sin asambleas, sin cafés ciudadanos que desaparecieron después de que sus ex trabajadoras los boicotearan para exigirle que las pagara lo que las debía, sin grupos de trabajo para que se formaran redes de relaciones, sin más agrupaciones disgregadas que las que era capaz de controlar por medio de sus personas de confianza y con las vías de comunicación con los estamentos superiores secuestradas: Barcelona preguntaba a Valladolid y Valladolid, a su vez, a Maraña. Todo atado. Al menos hasta que Manuel Mitadiel entró en las Cortes autonómicas con voz propia y los escándalos saltaron con titulares a cinco columnas.

El liderazgo de Ciudadanos en León «funcionó como un virus, que mete su ADN en la célula y hace que la energía sea para trabajar en sus intereses», resume Iglesias, quien abunda en que el partido en la provincia «ha gastado más energía en intentar no hundirse que en navegar con el viento a favor de Albert Rivera». «El lastre ha sido esta gente», insiste el primer afiliado que tuvo la formación naranja en la provincia. Una carga que ha puesto en el escaparate a la formación por el currículum falso, la autoproclamación como líder provincial por whatsapp, la expulsión de los concejales críticos de Villaquilambre, los tuits en los que cuestionaba el número de denuncias por violencia de género y el descubrimiento de que Crego le pagaba por medio de una empresa canaria interpuesta.

Ahora, el partido abanderado de la regeneración política aspira a regenerarse.

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