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La primera y la última promoción

La selectividad pone su nota final tras 40 años

Las dos se llaman Ana y les separan cuatro décadas, un periodo marcado para los estudiantes españoles por una prueba que condiciona el acceso a la universidad. Ambas analizan y valoran el temido examen y sus cambios

Ana Bayón y Ana Isabel Mitadiel, la primera y la última estudiante en pasar por la selectividad en León. JESÚS FERNÁNDEZ SALVADORES

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León

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A. Calvo | León

En 1975, Ana Bayón fue con sus compañeras de Juan del Enzina a la escuela de Agrícolas para enfrentarse a la selectividad. Ellas fueron la primera promoción, hace ya más de 40 años, que tuvo que someterse a la prueba para lograr el acceso a la universidad. Hoy es profesora del instituto Lancia donde da clases de Química. En la biblioteca del centro, frente a ella, Ana Isabel Mitadiel. Tiene 17 años y estudia segundo de Bachillerato. El día 14 de junio se enfrentará a la selectividad y formará parte de la última promoción de alumnos que se someten a la prueba. El próximo junio, con la implantación de la Lomce, la selectividad será sustituida por una reválida.

«La selectividad a la que yo me enfrenté fue completamente diferente a la de ahora. Era menos memorística», recuerda Ana Bayón. Hace 40 años, los alumnos de su rama, llegaban al examen sin saber de qué asignaturas se iban a examinar exactamente, Matemáticas, Física o Química. «Sacaban dos de tres bolas y sobre esas asignaturas era sobre las que tenías que responder», indica. También tuvo que escuchar la conferencia de un catedrático, tomar notas y «después resumirla, para que valoraran la comprensión, la capacidad de síntesis, la agilidad de ideas... cosas muy importantes para un futuro universitario». Aún recuerda con gracia el tema del artículo periodístico que tuvo que leer en el examen para, después, emitir un juicio personal. «Era un debate sobre los hábitos de higiene de los españoles y de los ingleses. Teníamos que posicionarnos sobre si era más limpio un inglés que se duchaba a diario o es que era más sucio y por eso necesitaba hacerlo todos los días», comenta esbozando una sonrisa.

«Ahora a nosotros, en Lengua, la opinión personal sólo cuenta un 0,5 y se basa todo en ver quién memoriza más y quién es capaz de plasmarlo en el tiempo del examen», indica la alumna Ana Isabel Mitadiel, mientras la profesora asiente con la cabeza. La joven de 17 años es una alumna brillante y con las ideas muy claras, pero sabe que ahora se enfrenta a un duro trámite, el que decidirá gran parte de su futuro. Los nervios, al igual que le pasa al resto de sus compañeros, están a flor de piel.

La profesora de Química no recuerda si la prueba se alargó durante más de un día, pero sí que se presentó «muy ilusionada, realmente no estaba asustada». Tampoco recuerda la nota, porque superar la prueba le garantizaba el acceso a la Universidad: «Íbamos ilusionados porque era la puerta de acceso a la Universidad, que en muchos casos suponía salir de casa, sin la presión de los números clausus o las notas de corte, cada uno escogía libremente. El principal cambio en estos años ha sido la presión sobre la nota», concreta. «En tú época se estudiaba por gusto, pero ahora parece que es obligatorio, porque si no logras un trabajo con una carrera, cómo vas a conseguirlo sin ella», replica la joven alumna de Bachillerato para recordar que, por ejemplo, para acceder a la titulación que ella quiere —el doble grado en Criminología y Psicología— necesita al menos un doce y que se enfrentará durante tres días a varios exámenes en los que, un profesor que no la conoce, tan sólo valorará y puntuará sus respuestas sin saber «si es un buen día o es malo y con asignaturas que nada tienen que ver con la carrera que quiero estudiar».

Aprender a estudiar

«La conciencia educativa en España se basa en aprender a aprender y no por querer hacerlo. Estoy viendo a algunos compañeros a los que ahora les puede la presión. La selectividad y el Bachillerato no deberían ser algo duro y desagradable, como lo está siendo, deberían ser como será la universidad y prepararnos para ella», comenta Ana Isabel Mitadiel. «Hay que aprender a estudiar de una manera sostenible y coherente, sin perder de vista la salud», indica Ana Bayón, para añadir que, al igual que le dijeron hace ya más de 40 años a ella sus profesores, ahora intenta transmitir a sus alumnos «entusiasmo, la capacidad de disfrutar leyendo y conociendo y a gestionar los nervios».

Tras la graduación el viernes y el último fin de semana como alumna de Bachillerato, Ana comenzará a organizarse para prepararse para la selectividad. «En épocas de exámenes estudio seis o siete horas al día, pero siempre dedico una hora, me queden los temas que me queden, a relajarme y a hacer algo que me gusta», concreta. «He visto exámenes de otros años y no son tan complicados, y sí, estoy nerviosa, pero espero que sea más fácil de lo que yo pienso», dice para insistir en que durante las diferentes etapas educativas se «bombardea a los alumnos con información y no se enseña a utilizarla, a relacionarla». De momento, no se ha preocupado cómo será la reválida del año que viene.

En sus 30 años como docente, Ana Bayón también ha acudido a los tribunales de selectividad y ha corregido algunos exámenes: «En general observamos que los alumnos llegan bien preparados y que en León hay un buen nivel», destaca para añadir que la escuela pública «siempre ha formado muy bien a los alumnos para cada reto». Ahora, recomienda a todos los estudiantes de Bachillerato que vayan a la selectividad «bien dormidos, desayunados y vestidos cómodos, porque son tres días en los que también se mide la resistencia física. La clave está en repasar y en dormir ocho horas», insiste.