Empeñado en nombrar santa a Isabel la Católica
Elevar a los altares de la santidad a la reina Isabel de Castilla fue un empeño de Antonino Fernández y un encargo titánico recibido de su mentor, pues fue Pablo Díez el primer gran mecenas de la causa abierta en Roma. Dos emigrantes triunfadores y un único empeño casi místico verdadero: la canonización. Aún más, borrar la leyenda negra de Isabel (Inquisición, persecución de los judíos...) y, de paso, certificar su capacidad milagrera. «Ella se lo merece», no dudaba en decir el magnate de la cerveza. En 1971 Díez entrega 42 volúmenes con 100.000 documentos inéditos sobre la monarca, recopilados por decenas de prestigiosos historiadores y teólogos movilizados, que esperan un veredicto final de la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano. El asunto durmió 27 años hasta 1999 en que Antonino volvió a empujarlo. Aún no se ha resuelto.