Diario de León

Los efectos del cambio de estación

El ejército de estorninos vuelve a la ciudad

La bajada de temperaturas adelanta la llegada de las bandadas a la capital leonesa, donde permanecen hasta febrero, con el aumento de excrementos y los ruidos como problemas en sus zonas de nidos.

El mobiliario del paseo de la Condesa amanece todos los días lleno de excrementos. RAMIRO

El mobiliario del paseo de la Condesa amanece todos los días lleno de excrementos. RAMIRO

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álvaro caballero | león

Han vuelto. Apenas notar las primeras bajadas del termómetro, el ejército retorna a la ciudad. Más pronto incluso que en años anteriores, los estorninos acampan otra vez en los árboles frondosos de la capital leonesa. No es difícil seguir su rastro. Ni buscarlo con la mirada al cielo cuando danzan al atardecer. Está en los bancos y los paseos de La Condesa y el Parque, en el entorno del campus universitario de Vegazana y en los parques de Quevedo y los Reyes donde los servicios municipales de limpieza no dan abasto para eliminar los excrementos que adornan el mobiliario urbano y el suelo de las zonas públicas.

No hay otra fórmula de control que el refuerzo de la limpieza en las zonas donde más concentración existe. A pesar de que al final de cada verano aparecen empresas que se encargan de ofertarle al Ayuntamiento sus propuestas —como el uso de halcones o los sistemas de ultrasonidos— hasta ahora no se han conseguido más que pequeños logros como en el parque de San Mamés, donde una poda selectiva redujo la colonia e hizo que se trasladara.

Se intentará conseguir lo mismo en el paseo de la Condesa, plagado de castaños de indias: árboles de hojas grandes y anchas que les ofrecen el arroparse en los nidos. Mientras se logran los resultados, el consistorio empieza a plantearse la retirada de algunos bancos, como ya ha hecho en años anteriores, ante la problemática de encontrarse con que, apenas dos horas después de la limpieza, vuelven a encontrarse plagados de excrementos.

Los técnicos municipales no se atreven a dar una cifra sobre el total de ejemplares que forman las bandadas que acampan en la ciudad. Sí que reseñan que no se han incrementado en exceso en los últimos seis años, cuando se empezó alertar sobre su proliferación en la ciudad, donde permanecen hasta los meses de enero y febrero atraídos por el calor que emana de las calefacciones y los coches.

Al margen de los residuos y los chillidos que emiten a coro, su presencia en la ciudad es un espectáculo al atardecer. Entonces, apenas dos o tres horas antes de que se haga la oscuridad aparecen en bandadas que vuelan disciplinadas y gregarias de forma violenta, con subidas y bajadas rítmicas que buscan hipnotizar a las posibles rapaces, hasta que ya sin luz terminan por guarecerse en la frondosidad de los árboles. Allí pasan estops insectívoros la noche entera, sin parar, en una algarabía constante. Sólo se atenúa al alba, cuando reemprenden el vuelo que les entretiene toda la jornada por las inmediaciones de la ciudad.

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