La Melonera recrea a san Froilán

l. urdiales | león

La Melonera toma cuerpo en el calendario como preludio de las fiestas de san Froilán, que cambian el semblante de León hasta que la ciudad rebosa de gente. De esa estampa bebe el esqueje del que ha prendido la recuperación de la tradicional fiesta de la Melonera, que se recuperó para la ruta de referencias etnográficas y culturales de la ciudad en 2014 (esta es la tercera edición, por tanto, desde su reestreno), después de casi un siglo sin referencias. Dicen los historiadores fiables de las costumbres leonesas que desde el año 1920 no había datos de que se hubiera desplegado esta celebración de prao, una romería de puesta en escena con los productos de temporada de la huerta (de ahí la afinidad con la denominación de la fiesta) y algunas costumbres sociales, que en esta reentrada se interpretan con perfección según disponen sus promotores, la asociación Cultural García I, que rescató el evento.

El camino hacia san Froilán pasa por la plaza del Grano, escenario que alberga el despliegue de la conmemoración del León hortelano que salió adelante a base de productos de la tierra y que mercadeaba con la economía de subsistencia. Toda esa estampa se desplegó mediante la colaboración extraordinaria y sobresaliente de figurantes en torno a este punto tan clásico de la ciudad, con su suelo empedrado de cantos y sus tabernas bajo el palio de las portaladas que retrotraen a otro siglo. Ahí se quedaron boquiabiertos los turistas, que ayer poblaban León de forma excepcional en un fin de semana cálido de otoño, al seguir de cerca el tono de la chifla, que acompasa los cantares que envuelven el manto que arropa a la ciudad así que se avista octubre. La representación de la covada, una apología excepcional de las sociedades matrilineales que dieron profundidad a esta tierra, acentúa el valor de la Melonera, que vuelve a anunciar a san Froilán.