Diario de León

EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO

Montserrat no muestra un ápice de arrepentimiento

Preguntada por sus amigos si no hubiese sentido mayor venganza ante la posibilidad de ver a la presidenta del PP encarcelada por la Operación Púnica, responde: «Donde está, está bien; es donde tiene que estar».

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miguel ángel zamora | león

Acostumbradas a una prisión como la de Villahierro diseñada para mil presos y que en algunos momentos llegó a tener 1.200, estar ahora en un centro penitenciario de menos de 500 se hace extraño para Montserrat González y Triana Martínez. Recién cumplidos dos años y medio de la tarde del asesinato más impactante de la historia de León, la vida sigue. Pero ya no es igual.

Con una condena de 22 años para la madre y de 20 para la hija, que están a la espera del recurso de amparo ante el Tribunal Supremo, la adaptación al Centro Penitenciario de Villanubla en Valladolid se hizo difícil por momentos para las dos principales acusadas del caso. Fuera de sitio en las primeras semanas, con tremendas complicaciones para adaptarse y un tanto afectadas psicológicamente por la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, la esposa y la hija del anterior responsable de la Comisaría de la Policía Nacional de Astorga encuentran en su marido y padre uno de los principales pilares para sobrellevar la situación. No ha faltado a una sola de las citas programadas. «Se desvive por ellas», dicen quienes conocen de cerca la situación. Y sobre todo, se mantiene al tanto de las necesidades que se pueden presentar en cada momento, sabedor de que en casa hay dos condenas y tres penas.

Algo más decaída en el inicio de la estancia en la penitenciaría castellana, Triana sigue refugiada en el consuelo de su madre. A Montserrat no le flaquean las fuerzas ni el tesón en su postura. Le preguntaron recientemente en una comunicación si no sentía en cierta medida una cierta rabia tras ser consciente de que, sin necesidad de llegar al extremo del crimen, su ansia de venganza podría haberse visto colmada de igual modo ante la eventualidad de que la víctima pudiera haber terminado encarcelada por sus escarceos con la Operación Púnica. Fue tajante y concisa: «Donde está, está bien. Está donde tiene que estar y punto», sentenció. Ni una mínima muestra de arrepentimiento. No lo tuvo tampoco en el juicio y sigue aferrándose a una de sus máximas de entonces. «O la enterraban a ella o enterraban a mi hija y por ahí no paso. Aquí no estoy bien, pero en casa llorando por mi hija iba a estar mucho peor».

El rancho de prisión no es el menú que más apetece a Montserrat. Tuvo problemas inicialmente con el colesterol, por su afición a dejar la bandeja llena, visiblemente asqueada. Visitaba cada dos por tres el economato de la penitenciaría, circunstancia que influyó en sus niveles sanguíneos. Ultimamente la costumbre ha perdido intensidad, pero de vez en cuando todavía hay algún escarceo.

Triana había hecho planes para el verano pasado. Estaba convencida de que los argumentos de su letrado iban a triunfar y que quedaría en libertad. Encubrir a una madre no es delito. Ya había avisado a sus allegados de que pretendía organizar unas cuantas celebraciones y que en pocos años, menos de los que muchos pensaban, Mamá iba a estar con ella. Ahora está más desesperanzada pero con la misma sensación de impotencia y de injusticia que empezó a vislumbrar en el momento en que el jurado inició la lectura del veredicto. «El abogado empezó a decirme: ‘Mal, mal, esto va muy mal’ y a mí se me vino el mundo encima», recordó en una visita reciente a uno de sus allegados.

Madre e hija se plantearon en su momento la posibilidad de editar un libro con sus memorias y estaban ilusionadas con la opción de contar su verdad. Ahora retoman indirectamente la idea, pero se encuentran con dos problemas. Por una parte se les exige una financiación que se les antoja complicada tras hacer frente a una cantidad importante por la responsabilidad civil subsidiaria y por otra no están encontrando el apoyo que esperaban entre el sector de empresarios de León con los que mantenían cierta afinidad que ahora, por lo visto, les empiezan a dar la espalda de alguna forma.

Para el mes próximo se anuncia la vista de su recurso en el Tribunal Supremo. No será la sentencia última, pero casi. Y hay nervios.

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