Cómo evitar el corta y pega
Un grupo de profesores de la Facultad de Educación ha elaborado un programa de instrucción para enseñar a los alumnos a elaborar su trabajos a partir de otras fuentes y aportando su propio conocimiento.
A. Calvo
El famoso corta y pega es un hecho confirmado en los trabajos de clase. Este «ejercicio» de simplemente cortar y pegar se hace, además, evidente en muchos casos, cuando los estudiantes lo hacen sin integrar la información con párrafos muchas veces inconexos y sin ningún sentido entre sí. Una decena de profesores de la Facultad de Educación, coordinados por la profesora Patricia Robledo Ramón, ha elaborado un programa de instrucción estratégico para trabajar con los alumnos esta situación después de notar «que muchos tienen problemas a la hora de obtener la información de los documentos y después plasmarlo en sus trabajos». Por este motivo, realizaron el programa de instrucción basado en un modelo internacional y distribuido en ocho sesiones de una hora que se pueden aplicar cada semana o cada quince días. Para comenzar a trabajar escogieron a alumnos del primer cursos de Educación Infantil de la facultad con los que desarrollaron el proyecto ‘Innovación metodológica para la mejora de las competencias de análisis-síntesis y comunicativa en el ámbito científico académico universitario’, que tiene como objetivo trabajar competencias como la capacidad de desarrollar habilidades comunicativas, expresándose y comprendiendo ideas, conceptos y sentimientos oralmente y por escrito y comprender un fenómeno a partir de partes diferentes, tras establecer jerarquías y relaciones y obtener un todo significativo.
Tras seleccionar al grupo de control, el equipo de Patricia Robledo Ramón realizó una tarea de síntesis de los dos textos y después procedieron al análisis: qué es lo adecuado y qué no, cómo seleccionar las ideas o la jerarquización de las mismas. También estudiaron qué procesos seguían los estudiantes, si subrayaban los textos, tomaban notas para después conectarlas y si ellos organizaban sus textos atendiendo a introducción, desarrollo y conclusión. «Los alumnos reflexionaban y nosotros íbamos guiándoles, seleccionando conectando y organizando la nueva información y para que aportaran sus propios conocimientos al texto», añade Robledo Ramón, quien explica que tras la implantación del sistema de Bolonia es habitual que los universitarios tengan que trabajar con diferentes fuentes, haciendo trabajos y, sobre todo, presentar un trabajo de fin de grado al concluir su formación, teniendo en cuenta que el Sistema Europeo de Educación Superior enfatiza especialmente el aprendizaje autónomo del alumno como vía necesaria para el desarrollo de competencias profesionales.
Las conclusiones
Las conclusiones del primer año de este proyecto de innovación educativa son positivas y el equipo liderado por Patricia Robledo Ramón está llevando a cabo actualmente un proceso de seguimiento para ver si la mejora alcanzada el año pasado «se ha consolidado». Una parte esencial de esta iniciativa son los profesores, a los que el grupo formaría para que desarrollen esas ocho sesiones con el programa de instrucción mientras trabajan su asignatura con los estudiantes, ya que puede aplicarse a diferentes titulaciones, cursos, materias o ámbitos de conocimiento al ahondar en habilidades tan básicas como la lectura y la escritura.
«Los que participaron en el proyecto mejoraron en la planificación de los textos y también en el resultado final de sus trabajos», comenta la profesora, cuyo proyecto está integrado en el grupo de innovación docente que dirige Olga Arias. Entre las mejoras resaltadas, el hecho de los que alumnos comenzaron a aportar información propia a sus trabajos, el empleo de los conectores y seleccionaban y organizaban mejor la información, logrando así una mayor calidad en sus trabajos y que «han sido capaces de adquirir una mayor conciencia de la necesidad de emplear una estrategia de elaboración de síntesis», como se recoge en las conclusiones del proyecto.
Los alumnos llegan a la universidad, en muchos casos, careciendo de estas habilidades de lectura y escritura que están implicadas en las tareas de síntesis y que les permitiría escribir un texto propio a partir de diferentes fuentes para realizar un trabajo personal, integrando la información y no realizar un mero resumen, enlazando ideas de otros obtenidas desde las fuentes de información. Por este motivo, Robledo Ramón indica que podría ser positivo trasladar su programa de instrucción a los institutos y comenzar a trabajar con los alumnos de la ESO, para que cuando llegaran a la educación superior ya tuvieran adquiridos estos procesos cognitivos que, finalmente, plasmarían en un trabajo de fin de grado correcto y coherente y alejado del corta y pega y llegando más allá con los trabajos de fin de máster o, incluso, las tesis doctorales.