Medio embalse del Casares va al Cantábrico

En la montaña del Bernesga se entiende como un agravio las dos formas de respuesta que ha exhibido el Estado ante los daños que las obras de la variante de Pajares han causado a los cauces de agua: 67 expedientes y sanciones en Asturias y ninguna intervención de respuesta en León. «Y eso que el deterioro ambiental que se observa a este lado de la cordillera se escapa del ámbito de gravedad que se expone en los expedientes abiertos en el territorio que compete a la Confederación Hidrográfica del Cantábrico», comparan representantes de las juntas de los valles del Bernesga a los que la hendidura en la tierra ha dejado sin suministro de agua. Un torrente cambió de destino, de los afluentes leoneses hacia los cauces fluviales que desembocan en el Cantábrico. Se calcula una aportación anual de más de 15 hectómetros cúbicos, la mitad de la cabida de reserva que tiene la remozada presa del Casares. Un caudal que no cesa, con el que no caben remiendos. «El agua cae hacia el lado norte de la cordillera; lo único que han hecho es revestir los túneles para que no caiga directamente a las galerías, pero eso ya no lo pueden restañar», exponen fuentes de las entidades locales que exigen sanciones por los efectos de la acometida para sus posibilidades de desarrollo en el futuro. El paso de la horadadora para hacer hueco al avance del tren bajo la cordillera cantábrica secó ríos, agotó fuentes, desvió cauces y arruinó acuíferos. «No hay sanciones. Al otro lado de la vertiente sí, aunque sean leves y menos graves», comparan los leoneses afectados.