CASO LARRALDE ■ EL JUICIO
El asesinato fue «un plan entre cinco» para «acabar con un marido molesto»
El fiscal rebaja a seis meses la pena que solicitaba para Gabarri y a un año para Cásper.
dl | redacción
El Ministerio Fiscal considera que la muerte de Roberto Larralde se ejecutó «de acuerdo a un plan entre cinco» para el que se había estado buscando «un momento oportuno» que resultara «idóneo para eliminar a un marido molesto».
El Ministerio Público elevó a definitivas las conclusiones provisionales que había presentado antes del juicio, con lo cual propone 23 años de prisión por asesinato con agravante de parentesco para Miriam Caballero, viuda del fallecido, 20 años para Julio López (supuesto inductor del crimen por la relación sentimental que mantenía con la esposa de la víctima), Ramón Vega (presunto autor material del disparo que acabó con la vida del asesinado), Froilán Álvarez (detective privado al que se acusa de planificar las coartadas) y Carlos Helí de la Red (empleado de Julio que las llevó a cabo).
A la vista de lo ocurrido en las cinco semanas que ha durado el juicio oral, el fiscal entiende que Antonio Gabarri (poseedor inicial confeso de la pistola con la que se cometió el crimen) y Adrián Martínez, Cásper (que vendió el arma a Ramón) no conocían el destino que se le iba a dar, por lo que se les considera autores de un delito de tenencia ilícita de armas y se propone para ellos una pena de seis meses y un año de prisión respectivamente.
A lo largo de los 142 minutos que duró la exposición de su informe, el fiscal dio por probada su versión de los hechos. Ramón citó a Larralde la noche del 13 de septiembre de 2014 para dar un «palo de chocolate» a instancias de Julio. Por orden suya, le disparó por la espalda en un paraje de Santa Olaja de la Ribera y acudió a la mañana siguiente a enterrar el cadáver con una excavadora de su propiedad.
COARTADAS
Con el fin de proteger al supuesto autor material del crimen, Carlos Helí realizó (a instancias de Julio) varias llamadas a diferentes personas con el móvil de Ramón desde un lugar diferente al del asesinato, con el objeto de ubicarle en otro escenario diferente al del crimen. Se equivocó y en una de las llamadas, marcó el teléfono de la víctima. Esa pista abrió las sospechas de los investigadores.
Lamentó el fiscal haber sido recusado inicialmente por parte de la defensa de Julio López, que alegaba parcialidad por afinidad con la representación letrada de la familia Larralde: «Me produjo algún nerviosismo», reconoció. Recordó al jurado que el 95% de los asuntos se resuelven «por indicios y no por pruebas directas» y se mostró contundente contra Ramón Vega: «El que mata a otro es una mala persona», dijo. «Y Julio también es una mala persona por mandar matar así a alguien».
Rechazó la tesis de las defensas, que sostienen que se necesitaba más tiempo para cometer el crimen: «Yo disparé en la mili y es un momento, no hace falta mucho», afirmó. Insistió en que poco después de la hora del crimen y unos minutos después de enterrar el cuerpo, Vega dio un toque en el móvil a Julio: «Es la forma de decirle que lo había hecho ya».
El hallazgo del cadáver fue tan rápido «porque había un sospechoso fundamental que era la última persona que había estado con Roberto en vida y porque la Policía Nacional y la Guardia Civil trabajaron muchas horas con muchos efectivos. Siempre se busca cerca del río en estos casos».
Contrastó la valía de los peritos del Cuerpo Nacional de Policía a la hora de realizar la prueba de balística con el propuesto por una de las defensas: «Era un militar retirado que solamente vio las fotos de las vainas».
El fiscal tiene la certeza de que el cadáver «no fue movido del sitio en el que estaba» y centró el móvil del crimen en Miriam: «Pudo evitar la muerte de su marido pero no lo hizo». Consideró a Carlos Helí fundamental para el plan y se sorprendió por el hecho de que Froilán denunciara el quebrantamiento de la orden de alejamiento de Roberto alegando su obligación profesional: «¿Por qué no hizo lo mismo con los malos tratos de Julio a su esposa o la tenencia del arma de Ramón Vega?».
Calificó de «vagas y nada concluyentes» las pruebas de las defensas y de «modélica» la investigación policial. «Las defensas de Julio y Ramón sincronizan argumentos porque entre bomberos no se pisan la manguera. Pero valoren las pruebas como jueces y sumen indicios. A los acusados no los han sentado ustedes en el banquillo, se han puesto ahí ellos solos».
Pidió disculpas al jurado por la duración del juicio: «Yo, por mi parte, sólo quiero poder volver a dormir y pasear a mi perro».