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Publicado por
León

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En el penal de Topas, en Salamanca, el 24 de octubre de 2002, a José Antonio Rodríguez Vega le aplicaron la «ley de la cárcel» y le metieron ciento trece puñaladas a la hora del paseo. No le mataron por asesino de madres sino por chusquel, que es como llaman en el barrote al que larga lo que tiene que guardar y se va con el cuento al de la chapa, al funcionario.

Enrique Valle, «El Zanahorio» y Daniel Rodríguez Obelleiro colaron dos pinchos en el patio de la tercera galería y se fueron a por «El Mataviejas» por chivato. Uno de los cuchillos iba dentro de un brik de vino peleón. Felipe Martín le derribó de un golpe en la cabeza con un zoquete de hormigón metido en un calcetín. Obelleiro y el Zanahorio se pusieron a lo suyo, le acuchillaron la nuca y le sacaron los ojos. Le dieron después más de nueve docenas de navajazos, según contó El Correo en el año 2011. Le dijeron al funcionario de guardia que si defendía a un violador correría su misma suerte.

Enrique Valle, el Zanahorio, cuando salió de declarar en el Juzgado de Instrucción número cinco de Salamanca, vio a los periodistas de la tele y les gritó: «¡He matado al Mataviejas!». La concurrencia aplaudió y Valle le dio pátina de ética al código inapelable del trullo. Historias paralelas de la vida carcelaria.