El transporte gana peso en la vía preferida entre Francia y Portugal
Los dulces veranos de la A-231 y los contrapuntos de Semana Santa tienen otra lectura que explica la actividad de servicios y alternativas económicas que han florecido en torno a la autovía del Camino de Santiago. Las amplias explanadas de descanso junto a la traza de la León-Burgos se cargan de camiones en horas puntuales, que hacen parada y fonda en las áreas de servicio que jalonan el trazado entre la capital leonesa y el gran nudo de comunicaciones que rodea la ciudad castellana. Más de diez mil vehículos al día (que se multiplican hasta por dos y por tres en esa época del calendario de largos y cortos periodos vacacionales), de los que más de un 33% se catalogan como vehículos pesados, transporte de mercancía, que eleva la consideración social y económica que distingue a esta vía de gran capacidad. El goteo de estos vehículos articulados y de gran tonelaje se vuelve incesante en algunas zonas y áreas de servicio, principalmente en torno Palanquinos y el entronque con la carretera de Coyanza; del Burgo Ranero y Sahagún, que son, precisamente, dos de los tres tramos con más densidad de circulación y aforo de tráfico que tienen los casi 160 kilómetros que tiene de longitud la autovía. Las rutas del transporte entre norte y sur y oeste y este peninsular pasan por esta encrucijada.
La función de la autovía en el mapa del tráfico que se reparte por el norte de la península experimenta otra circunstancia, que acentúa el valor estratégico de la estructura de alta capacidad: el tránsito con origen en centroeuropa y destino en Portugal, y a la inversa, que exalta los índices de circulación en las épocas vacacionales por este curso de la ruta jacobea.
