Diario de León

SUPERVIVIENTES DEL MALTRATO (3)

«Reaccioné al oír decir a mi hijo: ‘No insultes a mamá’»

Elena sufrió malos tratos psicológicos durante once años, pero no denunció hasta que puso fin al matrimonio y la situación de hizo «insostenible»..

Los malos tratos psicológicos también dejan huella en el cuerpo aunque no se aprecie a simple vista. F. OTERO PERANDONES

Los malos tratos psicológicos también dejan huella en el cuerpo aunque no se aprecie a simple vista. F. OTERO PERANDONES

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ana gaitero | león

«Desde el principio las cosas no eran muy normales. Pero yo le justificaba. Pensaba que era incontinencia verbal, celos, infantilismo...». Así empieza la historia a la que Elena quiso poner fin hace dos años y medio. Aún arrastra las secuelas: «Las consecuencias de ser víctima de violencia de género se sufren toda la vida», asegura.

Después de once años de relación en la que los insultos y las vejaciones se habían convertido en el lenguaje cotidiano. Después de verse apartada de amistades y a punto de perder los lazos con su familia. Alarmada al sentir que aquel hombre, que en casa de sus padres no levantaba la voz y con ella era un dictador, acaparaba a los niños y la menospreciaba — «mientras yo estaba como una esclava en casa haciéndolo todo y él con los niños»— y, sobre todo, cuando un día oyó su hijo mayor decirle: «¡No insultes a mamá!», después de que él le llamara: ‘Cebones como tú...’»... Empezó a pensar que tenía que hacer algo.

«Yo estaba con la lactancia, dormía con el niño. Le iba a dar las buenas noches y me decía: ‘Vete de aquí, inútil, que no vales para nada’». Los malos tratos psicológicos eran el pan suyo de cada día. Hasta que un día llegaron también las agresiones físicas: «La niña se dio un golpe. La cogió en brazos y le dije que quería ver cómo estaba y se negó. Marchó con ella y yo detrás. Intentó cerrar la puerta y forcejeamos. De repente, me agarra del cuello, insultándome». El miedo se apoderó de ella. Dormía con bolsas en el suelo por si entraba en su dormitorio.

Pasaron los días. Elena lo intentó todo, incluso una terapia de pareja para salvar el matrimonio. Pero una nueva situación violenta en casa de sus padres le dio coraje para decir basta ya. Presentó la demanda de divorcio y pasó lo que sucede más a menudo de lo que parece. Las cosas empeoraron. «Se puso agresivo y me llamó mentirosa y maltratadora. Me decía que era para meterle miedo y que lo que quería es que me pegara para denunciarle».

Elena no había querido denunciar, pese a que se lo había aconsejado una compañera de trabajo y la psicóloga a la que acudió a través del programa de la Junta: «Yo no me lo había planteado como una situación de malos tratos». Pero empezó a reflexionar sobre ello. Y un día fue al cuartel de la Guardia Civil. «No estaba el sargento, fui a la Policía y me dijeron que no era su competencia». «Me arrepentí y no volví a presentar la denuncia. Le dije a la psicóloga: Nos divorciamos y se acabó». Mientras se resolvió la demanda de divorcio él se negó a salir de casa, hasta que «vinieron mis padres conmigo». A partir de entonces, «él venía todas las tardes y se llevaba a los niños».

Las medidas provisionales no estaban dictadas aún cuando llegó el Día de la madre. «Le pedí que me dejara a los niños pero vino y se los llevó y yo fui detrás», recuerda. «Me los quitaba de las manos y mi padre, que ya no podía más, fue al cuartel de la Guardia Civil. Le dijeron que me pasara por allí pues era un caso de violencia de género», explica con la voz entrecortada.

La abogada de oficio le desaconsejó poner la denuncia «porque el juez puede pensar que lo haces para acelerar el proceso». Decidió mantener la calma hasta que un nuevo incidente con sus padres, a los que arrebató a los niños a la salida del colegio desencadenó un episodio de violencia que acabó con la Guardia Civil en su casa, una denuncia y un juicio rápido con medidas de protección.

La orden de alejamiento se prolongó durante casi un año. «Se la saltó todas las veces que le dio la gana», asegura. Elena, que es funcionaria, solicitó traslado de puesto cuando le reiteraron la protección. La acreditación de víctima de violencia de género que concede la Junta a las mujeres que están en el programa de apoyo psicológico fue su pasaporte. «El apoyo moral y de saber qué hacer en cada momento ha sido muy grande desde el primer momento», añade. Todavía no ha encontrado la tranquilidad. Él la siguió.

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