infraestructuras
La falta de inversión lleva al firme de la vieja León-Benavente a un estado de quiebra
El deterioro se apodera de la Nacional 630, con tramos en situación crónica e imposibles para la circulación segura.
L. urdiales | león
La maqueta del toro de Osborne que rompe el horizonte de los tesos al sur de Villalobar podría testificar sobre el deterioro del trazado de la Nacional 630; la vieja León-Benavente, que alcanzó la fama por minar la paciencia de miles de conductores que durante años se vieron obligados a esperar turno de paso y soportar el tránsito por el embudo que filtró todo el tráfico entre el norte del país y el centro de la península (en aquel legendario desplazamiento de hora y media de duración para los poco más de sesenta kilómetros de recorrido) regresa a primera línea como ejemplo de deterioro; primera acepción del término abandono, según resulta de un mar de baches que impiden una circulación dentro de los límites exigibles de la seguridad. Los daños se expanden a lo largo del trazado de la nacional entre León y el límite sur de provincia, aunque arrecian así que se avanza en sentido creciente, hasta que resulta imposible cuantificar los desperfectos; firme resquebrajado, badenes, asfalto reventado, baches interminables, capa de rodadura reventada entre grietas que no ofrecen fin. La carretera está descarnada. En algunos tramos, circular a la velocidad que permite el código resulta temerario para la integridad.
Así se resuelve el estado actual de la Nacional 630, que llegó a engullir más de 25.000 vehículos al día, hasta que hace quince años le cedió el testigo a la A-66 en el itinerario principal para enlazar con las vías de alta capacidad que llevan a Madrid. Se le supuso un papel secundario, de trayectos domésticos, eficiente para la movilidad en los pueblos de la zona; para la comarca pujante que se concentra en torno a la vega baja del Esla, donde aún resta población y posibilidades de negocio y subsistencia económica. Pero el cúmulo de destrozos que presenta, por el paso del tiempo y la falta de inversión en mantener decente el vial, arrojan esa estampa de esperpento, ese relato continuo de deficiencia; de estado muy deficiente, que ha disparado el malestar de los usuarios que emplean la opción para llegar a la capital leonesa, o porque representa su alternativa más corta o porque no tienen mejor opción. Baches y asfalto quebrado se expanden a lo largo de esta carretera en el catálogo de Nacionales que mejor expresa la sensación de abandono expandido por la red de las que atraviesan esta provincia. El trazado de la León-Benavente, del corredor de la vía de la Plata, una pieza en la Gijón-Sevilla, se ofrece achacoso; vetusto en toda la extensión del término. Porque la sensación de vacío que acompaña en todo el trecho de la carretera en su tramo al sur de la capital leonesa, con sus seis travesías y áreas de servicio salpicadas de negocios hosteleros y reposo laterales al pasillo de comunicación, se multiplica con el estado del firme, apto para valientes. Resulta extraño para el viajero cruzarse con otro vehículo por esta carretera, sea cual sea la extensión del trayecto. La misma secuencia de desperfectos ha generado nuevos hábitos de desplazamiento por el entorno, forzados por la necesidad de evitar a toda costa el tránsito por la Nacional; emerge como alternativa la carretera comarcal de la margen izquierda del Esla, al otro lado de la ribera, que auxilia hasta el enlace con la autovía 231, en las áreas de descanso en torno a Palanquinos. La vieja León-Benavente es pasto del olvido institucional, causa final del deterioro que presenta; el destrozo no es flor de un día, ni producto del arreón invernal que ha puesto al límite a otras vías principales de la provincia leonesa. Hace ya casi una década que los usuarios se quejaron por el estado de la nacional, mitad carretera, mitad sendero.