Vida paralela con la A-66 en los baches, el firme intransitable y la sensación de abandono total
La N-630 al sur de la capital leonesa se extiende paralela a la A-66; la correspondencia entre los dos viales va más allá del curso geográfico. La nacional León-Benavente y la autovía son ahora dos vías paralelas en baches, en firme descompuesto y en asfalto resquebrajado. Comparten hasta la sensación de abandono que aborda al usuario que emprende un viaje a lo largo de cualquiera de las dos estructuras.
La correspondencia se mantiene en torno a las esperanzas por una intervención que permita invertir este deterioro, que comienza a tomar tono crónico. Las reivindicaciones políticas saltan del curso de la carretera nacional a la autovía, y vuelven, según la urgencia del momento. Hace ya más de un año que responsables de la Diputación de León hicieron suyo el clamor de los municipios afectados por el declive continuo de la carretera nacional; a la vez, hicieron votos por la entrada de este tramo leonés de la Gijón-Sevilla, la arteria clave para el oeste peninsular, en los presupuestos del Estado de 2017. Desde entonces, la lista de desperfectos se ha incrementado casi al mismo ritmo que los baches y badenes que han convertido en intransitable la autovía, que discurre paralela, y que también espera una intervención urgente. Las vías de comunicación penden de una situación extrema; de la disponibilidad presupuestaria para acometer reformas, una intervención con tono de tratamiento paliativo que mitigue la sensación de inseguridad que persigue al usuario que circula por estas dos estructuras: una autovía con cuatro carriles y dos de ellos prácticamente inutilizados; y una carretera de la red estatal, que se distingue como nacional por las indicaciones de los hitos kilométricos, pero tan deteriorada como cualquier otra de la red secundaria de León.