JOSÉ MIGUEL FERNÁNDEZ | DECANO DE LA FACULTAD DE ECONÓMICAS
«Los poderes públicos no confían en la Universidad, es lamentable»
Lugar: Club de Prensa del Diario de León.. Gran Vía de San Marcos, esquina con calle Fajeros.. Fecha: Hoy a las 19.30 horas..
MARÍA J. MUÑIZ | LEÓN
El análisis que el decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de León hace de la economía leonesa y sus posibilidades está «plagado de nubes y claros», pero se esfuerza en buscar el potencial frente a las debilidades. Es un discurso en todo caso crítico, sobre todo con el «pesimismo endémico» del empresariado local; aunque reconoce la rémora que para el desarrollo supone que la provincia nunca haya estado incluida realmente en los planes nacionales de fomento de la actividad industrial. Superar un modelo de desarrollo asentado en un sector de la construcción que nunca volverá a ser lo que era, pero que deja una herencia de paro estructural «joven y frustrado» difícil de gestionar, sólo se conseguirá con una decidida apuesta por los sectores emergentes. La despoblación es el gran problema de la provincia, únicamente superable con modelos de desarrollo de infraestructuras «transversales». Y un especial lamento en la confianza en las capacidades de la Universidad de la que tanto se presume. Era, con mayor conocimiento de campo, el mejor activo para elaborar el plan estratégico de futuro de la ciudad. Pero no se contó con ella.
—Haga un diagnóstico de la economía leonesa.
—Tiene más nubes que claros, pero los buenos pilotos deben saber manejar la nave en época de turbulencias. Si se centra en los sectores con futuro. Ya no será la minería, aunque la pizarra tiene calidad y perspectivas de crecimiento. No habrá futuro en el ámbito eléctrico a no ser que se apueste por las renovables: tenemos sol, viento y biomasa, así que deberíamos anticiparnos. La construcción no volverá a ser el motor de desarrollo que fue en el pasado, y deja un problema grave. Más del 50% del paro generado desde 2007 procede de la construcción, son desempleados jóvenes poco cualificados, de difícil recolocación y frustrados. Pero tenemos un stock de casi 15.000 viviendas vacías. Es necesario cambiar la estructura productiva, pero la industria tampoco es la solución, lo que vemos son deslocalizaciones y no parece que a corto plazo haya otras alternativas. Podrían llegar con infraestructuras como la León-Braganza, que abran el camino a los puertos atlánticos, pero será en todo caso a largo plazo, y sólo con un consenso político capaz de presionar. Futuro hay en la agroalimentación, con enorme potencial en los productos de calidad, aunque no generará mucho empleo. El reto está ahí en la comercialización.
—La bolsa estructural de jóvenes parados tiene difícil solución.
—Son además personas frustradas, una enorme rémora para la sociedad. No pueden emigrar, porque tienen difícil recolocación. Los que se marchan son los bien formados, porque aquí las oportunidades son limitadas, sobre todo en el ámbito industrial. En cambio sí hay oportunidades en el sector químico-farmacéutico y las nuevas tecnologías, que generan empleo de calidad.
—Tenemos generaciones bien formadas pero las empresas no encuentran los perfiles que buscan. ¿Qué falla?
—Que la Universidad no responde a los intereses de la empresa es una constante desde siempre. Nosotros tenemos mucha relación con las empresas, con convenios de prácticas y contando con ellos para elaborar los planes de estudio. La realidad evoluciona muy rápido y no siempre podemos adaptarnos con la suficiente celeridad, pero sí hacemos cambios. Y las empresas no siempre encuentran el tiempo para colaborar en ellos.
—¿Cuáles son las fortalezas y debilidades de la economía local?
—La debilidad fundamental es que en el ciclo de crecimiento nos basamos en la construcción, y eso es algo difícil de mantener a largo plazo. Tenemos un gran stock de vivienda y una población que decrece. Por eso es necesario aprovechar los sectores emergentes, los productos de calidad en la industria agroalimentaria, el sector químico farmacéutico, las nuevas tecnologías y el turismo. En industria es difícil si no se ejecutan los ejes de comunicación transversales, que permitirían la implantación de industrias en las cabeceras de comarca, y con ello la fijación de población. La despoblación es nuestro mayor problema, es atroz. El año pasado el 27% de los leoneses tenían más de 65 años, vivían del Estado. En 2040 será el 40% de la población. Es insostenible. Ahora las administraciones parece que están tomando conciencia del problema, pero o se hace una política activa de mejora de la calidad de vida y los servicios en las áreas rurales o iremos a peor.
—Dice que están tomando conciencia, quizá sea tarde para tomar medidas.
—Las que están adoptándose van en contra, no se puede dejar a los pueblos sin médico, sin correo, sin cobertura adecuada de Internet. Tenemos un problema muy serio con la ordenación territorial, no puede mantenerse una provincia con 211 municipios de poquísimos habitantes. Tenemos 28 ayuntamientos con menos de 200 habitantes, unos diez con menos de cien y uno, Escobar de Campos, con 42 habitantes. ¿Qué servicio puede prestar un ayuntamiento en esas condiciones? Es necesaria una reestructuración administrativa y una reducción drástica, no más de 50 ayuntamientos. Pero eso supone una pérdida de influencia de los partidos políticos, que se van a resistir.
—¿Hay algún sector en la provincia con futuro, al que no prestemos suficiente atención?
—La pizarra tiene posibilidades de crecimiento, y muy buen mercado en Europa. Pero lo fundamental es fomentar la cultura exportadora. En un mundo globalizado cualquier empresa puede vender aquí, necesitamos captar por tanto mercados exteriores. El empresario leonés tiene una cultura muy conservadora, muy vinculada al mercado local y con poco emprendimiento a nivel exterior. Eso es un error estratégico claro. Si para exportar hay que crecer, ha de hacerse; crear asociaciones de productores para buscar canales de comercialización, y eso exige tener delegados fuera, donde se toman las decisiones. Para eso hay que invertir, y eso requiere asociacionismo. No podemos esperar que siempre lo hagan los poderes públicos, cada empresa tiene que comprometerse a crecer y buscar alianzas fuera.
—Eso es difícil en un tejido de micropoymes.
—El 55% de las empresas leonesas no tiene ningún asalariado, por eso son necesarias las asociaciones de productores. No pueden despreciarse las ventas por Internet, porque son el futuro; y tenemos que salir a vender fuera. Si no lo hacemos nosotros lo van a hacer otros. No somos más torpes que en otros sitios, podemos competir porque tenemos materia prima. La Universidad tiene un papel muy importante que jugar ahí, mejorando la calidad de los productos y los sistemas, buscando sinergias,... Aunque aquí los poderes públicos no confían en la Universidad.
—Pues siempre se presume de que es el mejor activo de la provincia...
—Se les llena la boca, pero no es verdad. Hay un ejemplo lamentable: la elaboración del plan estratégico de León, que me parece que está bien hecho. ¿Por qué no se lo encargaron a la Universidad? Hay grandes profesionales capaces de hacer esto, con mucho menor coste; y con mayor conocimiento de campo. Pero se contrató a expertos internacionales que enviaron becarios a hacer las entrevistas. No me parece bien que no se haya contado con la ULE, con la Facultad de Económicas. También es culpa nuestra, que no sabemos vender nuestras capacidades. En el fondo abordar la situación es responsabilidad de todos, y tenemos que adoptar una posición activa.
—¿A qué achaca el pesimismo del empresariado leonés?
—Es un pesimismo endémico, siempre le echamos la culpa a los demás. El leonés es conservador en todo, no tenemos cultura emprendedora y tememos el fracaso, que es una forma de aprender para lograr el éxito.
—Una de las quejas es que León es una provincia abandonada por las administraciones. Históricamente hay ejemplos, pero ¿es así actualmente?
—Durante la época franquista nunca fuimos incorporados a un polo de desarrollo, eso supone partir históricamente de un déficit importante desde el punto de vista industrial. Sorprendentemente aquellas regiones que más guerra daban al régimen fueron las más favorecidas. También es verdad que la provincia ha salido perjudicada en su participación en la autonomía, eso es demostrable con cifras, desde la despoblación a la participación en el Producto Interior Bruto, que han ido disminuyendo. Son muchas las variables en las que hemos salido perjudicados. Lo digo yo, que no soy regionalista, sino todo lo contrario. Pero puede constatarse por ejemplo que los servicios centrales de la Comunidad arrastran gran cantidad de empleo, sobre todo joven, a Valladolid. Frente a esto sólo puede actuarse reivindicando desde el punto de vista político.
—De la Facultad de Económicas deben salir los teóricos y los prácticos que pongan el motor de la economía local en marcha. ¿Es así?
—Sí. En los últimos años hemos hecho un esfuerzo muy importante en fomentar la cultura del emprendimiento, con iniciativas para que los alumnos desarrollen proyectos de negocio que pretendemos que funcionen en la realidad. Pero la mayor parte de los alumnos que tienen ideas, muchas de ellas brillantes, o las realizan fuera o no lo hacen. Es difícil, a pesar de las incubadoras de empresas, porque la mayor parte de nuestros alumnos más brillantes encuentran en seguida trabajo fuera.
—¿Existe alguna fórmula para retener el talento?
—Es verdaderamente difícil, porque no ven posibilidades a corto plazo. Se van con la esperanza de volver, pero pocos vuelven. Y los que se quedan aquí lo hacen subempleados. Nuestros egresados encuentran trabajo pronto, pero en puestos para los que no se requiere la cualificación que tienen, y con salarios bajos. Pasan años hasta que pueden desarrollarse, y eso es un caldo de cultivo nefasto.