Empleos del siglo XXI
Precariedad sobre ruedas o supervivencia
Los ‘riders’ de Deliveroo y Glovo en León hablan del «trabajo del futuro», con la precarización de un sector que aún carece de convenio laboral y que acumula procesos judiciales por todo el país
«A fin de mes sale muy rentable, he llegado a ingresar 3.000 euros. Me dicen de cambiar este trabajo y no lo cambio por nada». Así de contundente se muestra Alberto Asenjo, de 36 años y natural de León, que se incorporó a Glovo a finales de febrero. Aunque hay que señalar que su caso es excepcional, ya que para la mayoría de repartidores es impensable alcanzar ese sueldo. Sonrisa por bandera, Alberto parece contento cuando habla de su situación. «Soy autónomo, no tengo jefes encima, ni presiones por llegar tarde», explica; y a diferencia de «estar atado 8 horas al día en una fábrica o una oficina», Alberto pasa «todo el día por la calle» con lo que la jornada es «muy amena». La tarifa base que cobra un repartidor de esta compañía es de 1,90 euros. A esta remuneración habría que sumarle el kilometraje —desde que salen a por el producto, lo cogen y lo entregan en su destino—; el tiempo de espera; y una bonificación del 30% los días de lluvia. Alberto, que lleva desde los 16 años subido a una moto, reconoce que la máxima cantidad que ha ganado por pedido son 10 euros, con lo que «ya amortizas la gasolina de un día»; y puede llegar a realizar hasta seis pedidos por hora. Es uno de los casi 50 riders —termino con el que los trabajadores del sector se refieren a los repartidores— que Glovo ha desplegado por León y ha pasado de exprimir las 13 horas diarias que podía trabajar antes a un máximo de 10 en la actualidad.
Federico Fovolato llegó de Italia y lleva un año en la ciudad. A sus 42 primaveras parece igual de satisfecho que su compañero. Empezó compaginando sus estudios con el reparto. Tras comprobar que le iba bien, decidió apostar a tiempo completo por Glovo. «Para entrar ponen anuncios en Facebook, Infojobs... Te hacen una entrevista, te explican cómo darte de alta de autónomo y entras a trabajar». Velocidad exprés a la hora de contratar, tendencia ajustada al ritmo del día a día, cada vez más influenciado por las tecnologías.
«Glovo invierte más en márketing, sin embargo la aplicación de Deliveroo es mucho más práctica, y fácil de usar», asegura Jesús Prieto, leonés de 34 años. Su discurso es esperanzador, pero está lleno de incertidumbre. «Cuando entré, me convertí en mil eurista por primera vez», revela. Sin embargo parece preocupado por su evolución, ya que en octubre no completó muchos pedidos debido a un aumento de la plantilla del 333%. «Cuando empezamos en mayo éramos tres, y en octubre han metido a 10 personas, por lo que trabajamos menos», cuenta desmotivado.
Y es que Deliveroo ha sido de las últimas compañías repartidoras en instalarse en León. Jesús destaca que, a diferencia de otras empresas en las que «te utilizan de chico para todo, desde descargar camiones hasta fregar platos o cerrar el local», en su puesto «sólo» es repartidor. «Estar pendiente del tráfico, encontrar las calles y que al cliente le llegue la comida caliente es ya bastante estresante», afirma. En caso de tener algún percance, estas aplicaciones les permiten contactar con el cliente directo o, en su defecto, con el soporte técnico de la compañía. «Estas empresas son el futuro, pero habrá que ver hasta qué punto es rentable», augura.
No todo es bonito. La gente que acaba de empezar a repartir dispone de menos horas de trabajo con lo que pagar su cuota de autónomo se complica. Es el caso del venezolano Ronan Torres, de 28 años. Es ya de noche y en Botines se agrupan varios riders con la indumentaria de Deliveroo. Ronan estudia durante el día un curso de panadería y pastelería y, hasta que se pone el sol, no coge su bicicleta para comenzar la jornada. «Mientras más riders seamos menos pedidos haces y menor es la cantidad de horas que trabajas», relata. Para él repartir es una forma alternativa de conocer la ciudad. «Lo bueno es que ganas tu dinero de forma simple, lo malo que si llueve tienes que trabajar. Pero además conoces muchos lugares, personas, restaurantes... Conoces León», asegura. Sobre su pasado en Glovo niega que haya «mucha diferencia» entre las compañías. Su peor día de trabajo, recuerda, fue cuando le pidieron cargar con «12 kilos de compra en un mercado».
Aunque estas son las empresas más conocidas, en León también hay muchos repartidores de JustEat y, más recientemente y con una plantilla reducida, UberEats.
SIN CONVENIO LABORAL
Rubén Ranz es el coordinador estatal de la plataforma de UGT Tu respuesta sindical, encargada de dar cobertura a las reivindicaciones y denuncias de los trabajadores de plataformas digitales. En León los riders aún no han decidido sindicarse, pero podrían acudir a esta organización. Ranz asegura que compañías como Deliveroo o Glovo contribuyen a la precarización laboral. «Lo hemos demostrado a través de un informe en el que se prueba y, además, que están defraudando a la Seguridad Social. No tienen convenio colectivo y se benefician como autónomos de una bonificación indirecta de la tarifa plana, que es progresiva, y sale del Estado», confirma, cifrando en 160 millones de euros la cantidad que el Estado pierde por Glovo, Deliveroo, UberEats y Stuart.
Por ello hay varios procesos judiciales abiertos en todo el país. «Inspección de Trabajo les sanciona, se abre un expediente y se da de alta a los trabajadores como asalariados en el régimen de la Seguridad Social, que a su vez envía las cuotas a la empresa. Entonces la empresa las rechaza y la Tesorería inicia el procedimiento de oficio, advirtiendo a la compañía y a sus trabajadores», explica. Estos procedimientos ya se han realizado en Madrid y Valencia, y próximamente tendrán lugar en Zaragoza y Barcelona. Sin embargo, «las empresas están aguantando hasta la última instancia», por lo que el proceso es largo hasta que llegue al Tribunal Supremo. «Atendiendo a la legislación española es evidente que es un trabajo asalariado que ha de estar cubierto por un convenio colectivo, que es la mayor protección que se da a un trabajador», denuncia Rubén. Además el número de accidentes laborales también es «elevadísimo». «Todos los que vienen han sufrido alguno, grave o leve», matiza.
A TRES BANDAS
Realmente esta gran cadena está formada por un triángulo escaleno: el negocio, la empresa que gestiona el pedido y el rider que lo entrega. Desde el punto de vista del negocio, Asier Gil, Area Manager del Grupo Sibuya, asegura que es una forma de «abaratar costes». Ellos tienen un flota de repartidores propia, con la que cubren León y su alfoz, que complementan con los repartidores de otras compañías, quiénes sólo cubren 5 kilómetros a la redonda del local. «Un repartidor te conlleva una nómina, Seguridad Social, más la moto, que la suelen estropear». Igualmente, Asier destaca que es un «extra» porque la gente que ve publicidad de Deliveroo o Glovo también ve la de su negocio. Colaboran con UberEats desde el pasado octubre, desde agosto con JustEat y desde principio del verano con Glovo.