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Obituario

Miguel Cordero del Campillo, el veterinario más humano

Alma máter de la Universidad de León, Don Miguel fallece a los 95 años tras una vida intensa dedicada a la veterinaria y a León

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León

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El color verde, símbolo de las ciencias y de la rama veterinaria, se tiño ayer de luto con la muerte de don Miguel, de Miguel Cordero del Campillo. La Universidad de León despide a su gran impulsor con las banderas a media hasta y con la tristeza de quien pierde a su alma máter; la sociedad leonesa dice adiós a un humanista, a un político y «a un hombre avanzado a su tiempo». Don Miguel se fue a los 95 años después de jubilarse forzosamente más allá de los 90, cuando ya como catedrático emérito dejó de asistir a su despacho en la Facultad de Veterinaria.

A Miguel Cordero del Campillo le enorgullecía recordar de dónde venía. Había nacido en Vegamián, en un pueblo ahora bajo las aguas del pantano del Porma, de donde su madre era originaria y a donde destinaron a su padre, que era guardia civil. Allí vivió sus primeros años —y sus veranos— antes de trasladarse al cuartel de León. Tras una infancia y una juventud ejemplar, el joven Miguel comenzó sus estudios de Veterinaria en León, que en sus primeros años se impartían en San Marcos, cuando como él recordaba, se llegaba tras grandes descampados que en invierno se embarraban. Con excelentes notas fue labrándose una carrera que ya concluyó con sus estudios en lo que hoy es El Albéitar de la Universidad de León en 1947.

«Era una persona extraordinaria, irradiaba sabiduría. Sólo con escucharle aprendías cosas», destacó quien fuera gerente de Laboratorios Syva, Luis Bascuñán, donde Cordero del Campillo comenzó a trabajar nada más concluir su carrera. «Iba a Estados Unidos o a Alemania ya en los años 50. Fue un adelantado a su época. Sentía admiración por él desde todos los puntos de vista porque era capaz de ponerse a la altura de con quien hablaba. Era un referente en el ámbito de la veterinaria, pero su figura trasciende al ámbito científico, llega a la sociedad leonesa y a la esfera cultural», añadió.

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Don Miguel, como le trataban todos en la Facultad de Veterinaria se doctoró en 1952 en Madrid y en ese mismo año sacó la plaza del Cuerpo Nacional de Veterinarios, siendo el número uno de la convocatoria, trabajo que compatibilizó con su empleo en Syva hasta 1963. En 1956 ligó su futuro a la Universidad de León, que por aquel entonces dependía de la Oviedo, como profesor adjunto y un año después sacó la plaza de titular. Allí se convirtió en una eminencia en el mundo de la parasitología. Su inmejorable expediente académico fue abriéndole todas las puertas. Durante dos mandatos fue decano de Veterinaria y en 1974, junto con Andrés Suárez y Eduardo Zorita luchó por conseguir la creación de la Universidad de León, que el año pasado cumplió sus 40 años.

Los exrectores que le siguieron en el cargo, Juan Manuel Nieto Nafría, Julio César Santoyo, Ángel Penas y José Ángel Hermida, destacaron de él que fue «el prototipo de rector», «un personaje universitario completo y un político comprometido con sus representados, por los intereses de los españoles, desde la perspectiva de León». Trabajador, de gran cultura, «era una enciclopedia andante, con una mente prodigiosa». Y todos destacan que les prestó gran ayuda durante sus mandatos.

«Era un excelente maestro que ha formado a una gran número de veterinarios, una persona generosa que despertaba la inquietud por aprender, la necesidad de entender. No sólo lo científico, también lo humano y lo social», dijo la actual decana de Veterinaria, María Teresa Carbajo, quien también fue alumna suya. Francisco Rojo, uno de sus discípulos, destacó de él «su tremenda capacidad intelectual, su capacidad de trabajo sobrenatural y su personalidad seria y honesta. Profesionalmente era un personaje destacado».

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En 1977 con el compositor Cristóbal Halffter y con el abogado José Álvarez de Paz presentó la Candidatura Independiente al Senado. «Miguel Cordero fue un sabio unido al pueblo y una figura clave de la transición en la provincia de León», aseguró ayer el berciano Álvarez de Paz. «Fueron momentos difíciles, pero intentamos trabajar por la democracia uniendo nuestros pensamientos comunes», añadió Halffter. Durante cuatro años tuvo una intensa vida política donde se le conoció por evitar que Dios figurara en la Constitución o defender en ella la igualdad de sexos en la sucesión de la Corona. De hecho, su nombre encabezaba el listado de figuras a fusilar elaborado por los impulsores del golpe de estado del 23 de febrero de 1981, aunque ya cuando fue elegido senador también había recibido numerosas amenazas por escrito que él siempre conservó.

En sus últimos años estuvo muy vinculado a la Asociación de Alzhéimer León. Ayer su familia pidió que «en lugar de obsequios florales, se haga un ingreso en la cuenta de la asociación». «Nunca había visto a alguien que contribuyera así con una asociación. Son una familia pionera y ejemplar, haciendo tanto bien en una situación que no es tan convencional. Es un gesto maravilloso y les damos las gracias de todo corazón», apuntó Flor de Juan, gerente de la asociación. Pero Cordero del Campillo siempre tuvo claro que donaría su cerebro a la ciencia, a la investigación. «¿Después de muerto para qué servirá?», decía. Hoy, desde la Asociación de Alzhéimer le agradecen el doble gesto: «Para nosotros es un estímulo de conocimiento y una esperanza contra esta enfermedad». Casado y con cinco hijos, todos destacan de él su amor por la veterinaria, su capacidad de trabajo, su integridad, honradez y generosidad.