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El Museo de San Isidoro dejará sin capilla a los Díaz

El historiador del arte Martínez Montero desvela una de las estancias de la colegiata más enigmáticas, comprada en el siglo XVI, que puede pasar a ser la del Pendón de Baeza

León

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El coronavirus retrasará la reforma del Museo de San Isidoro, cuya inauguración estaba prevista para el verano. El proyecto prevé triplicar el espacio expositivo, incluyendo una de las capillas más enigmáticas de la colegiata, la de la Magdalena, que no se ha enseñado al público hasta ahora. El arquitecto que lleva a cabo la ampliación, el célebre Juan Pablo Rodríguez Frade —artífice de la reforma del Museo Arqueológico Nacional— no quiere desvelar qué albergará esta sala de planta rectangular, de 80 metros cuadrados, propiedad durante siglos de una de las familias más poderosas de la ciudad, los Díaz. Es posible que la estancia pase a ser la del Pendón de Baeza, que hasta ahora no se muestra al público.

Jorge Martínez Montero, profesor de Historia del Arte de la Escuela de Arte y del departamento de Patrimonio Artístico y Documental de la Universidad de León, ha realizado una amplia investigación sobre aquella saga y la citada capilla. Hernando Díaz, regidor vitalicio de León, que compatibiliza el cargo con el de fiscal sustituto del Consejo Real de Castilla entre 1542 y 1552, será uno de los grandes mecenas de la colegiata. Vecino de la plaza de San Isidoro, casado con Beatriz de Ortega y padre de siete hijos, solicitó al Cabildo una capilla en el claustro, un espacio cuyo título de propiedad adquiere, según Martínez Montero, por 150 ducados. Hernando Díaz se quedó con la capilla de la Magdalena, una de las once que hay en el claustro; las otras son las de los Quiñones, los Castañones, los Omaña, los Villafañe, la de San Ignacio, la de San José, la de los Vacas, la de los Salazares, la de Santa Mónica y la del Santo Cristo.

La capilla mortuoria

El regidor leonés contrató al cantero Francisco Daza para reformar la capilla, bajo la supervisión del maestro Juan del Ribero Rada —autor de significativos edificios leoneses, como el consistorio e iglesia de San Marcelo o la propia escalera prioral—. La obra, iniciada en 1580, duró dos años y costó 350 ducados.

Los Daza, una saga de canteros de prestigio, realizaron una labor constante en la colegiata en el siglo XVI. Martínez Montero enumera los frescos del claustro conventual, el paso de la sacristía y la sobreescalera de acceso al cuatro de priores.

La capilla de la Magdalena, decorada con pintura al fresco, es uno de los espacios más desconocidos de San Isidoro.

El hijo del mecenas Hernando Díaz, el también regidor Francisco Díaz de Quiñones, promoverá la construcción de un retablo dedicado a la Magdalena, del que se encargó el escultor leonés Agustín Fernández de Benavides en abril de 1616.

Los canónigos mostrarán su malestar por el uso que se hace de la capilla —según consta en las actas capitulares de junio de 1627—,

«ya que el capellán a su cargo la solía dejar cerrada con su llave, haciéndose dueño de ella».

El abad Francisco Ignacio Arango, según el trabajo de Martínez Montero, da cuenta en 1718 de que los ‘dueños’ de la capilla de la Magdalena pagan a la colegiata 11.220 reales anuales.

El testamento

El mecenas Hernando Díaz, cuya familia eligió como lugar de enterramiento la capilla de La Magdalena, donó al edificio románico una espectacular colección bibliográfica. Legó a San Isidoro ediciones excepcionales de las obras de Aristóteles, Dionisio el Cartujano o San Jerónimo, que se conservan hoy en la biblioteca. También dejó en herencia cinco valiosos tapices que representaban la historia del rey Tarquino. Su destino es desconocido, aunque la catedral de Zamora posee unos de la misma época (siglos XV y XVI), considerados una joya de la tapicería mundial. Hernando Díaz legó al convento de San Francisco cinco volúmenes de ‘El Tostado’, que hoy forman parte del fondo antiguo de la Biblioteca Pública de Santa Nonia.