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La tradición cuartelera leonesa

Esteban Jordán

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León

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La que antaño se conocía como calle Los Cuarteles comienza en la prolongada avenida de Mariano Andrés, concluyendo en el Callejón Los Cuarteles. Vamos, que hablando de cuarteles resulta evidente que nos encontramos en una de las vías aledañas al Cuartel de Caballería de Almansa, cada vez más despojado. Tuvo nuestra calle el anterior nombre de Los Cuarteles, terminando en el callejón hoy rotulado como Almirante de Castilla, ya tratado en esta misma sección con fecha 8 de noviembre del pasado año. Dentro de la panorámica de arterias que conforman el primer tramo por la izquierda de la concurrida avenida de Mariano Andrés, siempre distinguida por esa perpetua ascensión que caracteriza al entorno, aparece esta pequeña arteria nominada en homenaje a Esteban Jordán. Uno de tantos artífices que plasmaron su arte y su extraordinaria técnica en la mayor joya de la ciudad: esa Pulchra Leonina de estampa casi mágica. Se trata de una vía cuya apariencia permanece anclada en tiempos pasados, a pesar de que ha ido renovando su maltrecho caserío con pequeños edificios de buenas hechuras, conviviendo en perfecta armonía con las casas supervivientes. Su diminuto trazado es ascendente, con aceras muy estrechas que concluyen en los altos muros del que fuera principal signo identitario de la zona, el solitario Cuartel de Almansa. Cumplido este obligatorio trámite descriptivo, el pintor, escultor y arquitecto Esteban Jordán vino al mundo en Valladolid, durante el transcurso del siglo XVI. No nos atrevemos a concretar el momento de su nacimiento, pues al igual que ocurre con tantos personajes del pasado, las distintas fuentes no se ponen de acuerdo. Mientras algunos cronistas citan el año 1530, otros retrasan el acontecimiento hasta 1543. Sea como fuere, todos coinciden en señalar que fue discípulo del gran Alonso Berruguete, e incluso estuvo casado en primeras nupcias con una sobrina suya. Amigo de El Greco, su estilo tan personal fue creciendo en importancia debido a las influencias manieristas de Becerra, completando su patrón estético gracias al viaje de estudios que realizó a Italia con el fin de perfeccionar su arte. La mejor prueba de su fama es que, de regreso al país, sería nombrado escultor personal de Felipe II.