Centenario inquietante
Su inquietante presencia no ha pasado desapercibida desde que en los años de la Guerra Civil -nadie sabe exactamente cuándo- el chalé de la familia Fierro fue abandonado. La saga, que procede de Valdelugueros, prosperó a principios del siglo XX con el negocio de la fundición. Dicen que el espíritu comercial les vino de parientes indianos. Fueron notorios mientras administraron las caldas de Nocedo hasta que en los años 30 fueron bombardeadas. Posteriormente hubo un intento de reconstrucción que nunca culminaron. En ese tiempo también eran conocidos por ser la familia titular de toda la distribución de petróleo en la provincia. Con una fortuna ya consolidada, la familia emprende después de los años 40 negocios en la construcción y comienza a edificar algunos de los lugares actualmente más emblemáticos de la ciudad, como el edificio Fierro, sede de la biblioteca pública y de la sala de exposiciones del mismo nombre, en propiedad de la Diputación. También fueron conocidos como copropietarios de Fosforera Española, que luego fue absorbida por un grupo bancario. La propiedad del chalé ha sufrido una atomización brutal durante el pasado siglo, dado que fue asignado a varios herederos, que a su vez tienen nuevas generaciones para heredar, por lo que resolver el pleito sucesorio ha sido uno de los principales problemas para ejecutar la firma del convenio que dará lugar a la permuta. El edificio está ahora prácticamente derruido y su abandono obligará a instalar una estructura metálica en el interior para que soporte el peso de los años. La leyenda aposenta entre sus muros a seres de otro mundo, y no han sido pocas las ocasiones en las que se atribuyó a estas presencias la muerte de jóvenes que eligieron esta casa para inyectarse un último adiós. Árboles centenarios ensombrecen hoy las ruinas de un edificio proyectado por el arquitecto Manuel Cárdenas en 1914 y uno de los pocos que quedan en Padre Isla tras la era del Ensanche.