Teólogo y canonista
A despecho del correr de los tiempos y los ya citados traslados, todavía pervive en el recuerdo del colectivo de abogados locales aquella Academia de San Raimundo de Peñafort, dependiente de la Facultad de Derecho de la capital asturiana. Pese a haber desaparecido en 1972, fue semillero donde aprendieron el oficio de la abogacía muchos profesionales que aún despuntan en León. Tan entrañable Academia lleva idéntico nombre que nuestro personaje protagonista, San Raimundo de Peñafort. Nacido hacia el año 1175 en el castillo familiar, sito cerca de Barcelona, estudiaría Humanidades para luego graduarse en Derecho por la Universidad de Bolonia, donde ejerció como profesor tiempo después. De regreso a España, ocuparía el puesto de canónigo en la catedral de Barcelona, ingresando en 1222 en la Orden de Predicadores. Su deslumbrante inteligencia le haría destacar como teólogo y canonista, provocando que el Papa Gregorio IX le mandara llamar a Roma. Allí editaría el corpus canónico de las Decretales pontificias, además de publicar escritos con tanto valor pastoral como la Summa casuum para la formación de los presbíteros al ministerio. En 1238 fue elegido segundo sucesor de Santo Domingo, dentro del capítulo General de la Orden, cargo que ostentó durante dos años. Instalado nuevamente en Barcelona tras su estancia en la «Ciudad Eterna», San Raimundo se introdujo en los círculos hebreos y musulmanes con el afán de lograr su conversión. Asimismo, sin descuidar su vocación de amparar a los más desfavorecidos de la sociedad, fue penitenciario del Papa Gregorio IX y confesor de Jaime el Conquistador. Fallecido en 1275, San Raimundo sería el primer canonizado en la basílica vaticana, acto celebrado bajo la presidencia de Clemente VIII el 29 de abril de 1601.