Monte de Piedad

En el segundo cuarto del pasado siglo y a lo largo de la avenida de Mariano Andrés, en el barrio de las Ventas, se llevaron a cabo pequeñas parcelaciones en el amplio espacio delimitado antes y ahora por la carretera de Asturias, el municipio de Villaquilambre y las vías del ferrocarril de FEVE. Allí se procedería a la construcción de viviendas de protección oficial por parte del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de León, constituyendo la zona más extensa de la ciudad. No es de extrañar, por tanto, que a la calle surgida en esos años y que tenía por entonces el nombre de Diagonal de Mariano Andrés, se la bautizara en la década de los años sesenta como del Monte de Piedad, a quien tanto debe esta gran barriada. Comienza como no podía ser menos en ese referente urbano de la zona norte capitalina que es la arteria de Mariano Andrés, un enclave cada vez más importante en el plano social y urbano de la ciudad, para concluir en la calle General Portocarrero. Nos encontramos en una de las vías aledañas al cada día más solitario Cuartel de Caballería de Almansa, que ha servido de tope o límite para el crecimiento de nuestra calle. Por lo demás es suficientemente ancha, de mediano y ascendente trazado, al igual que todas las que miran hacia el cuartel, conformada por un caserío de apreciable fachada estética y cinco alturas, viviendas acogidas y muy similares. Queda muy lejos en el tiempo aquel Monte de Piedad, institución financiera con carácter social destinada a proporcionar auxilio económico mediante la concesión de préstamos a reducido interés, además de comisiones sobre obras de arte y alhajas. Sobre la fecha de fundación habrá que remontarse al 17 de mayo de 1889, siendo su comienzo efectivo el 2 de diciembre de 1900, por una junta creada al efecto y surgida en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Con el propósito de ayudar a las clases sociales más desfavorecidas, su fin era el fomento del ahorro para lograr mejorar el nivel de vida de la población leonesa. El primordial de sus objetivos siempre fue: «Aliviar el infortunio del necesitado, atacar la usura por considerarla un grave mal social y facilitar los medios para hacer ahorros que contribuyan al mejoramiento de las costumbres y el estímulo del hábito de la previsión».