Manifestación rima con León
ESTE jueves manifestación rimaba con acción, rimaba con emoción, lección, León... Miles de leoneses en procesión pagana, revuelta pacifista, plato único colectivo, cantando consignas a ritmo de rap: «Luego dice Rato/que sólo somos cuatro», «Aznar, escucha/el pueblo está de lucha»... Resulta ciertamente emocionante ver a León defenderse, decantarse, salir a la palestra para diferir y denunciar lo que no es justo ni ético a pesar de los pesares y las represalias. De todas formas como escribió una vez Borges «el coraje siempre es mejor». León con garra sale a la calle en jueves porque esto no va bien -o no va bien más que para algunos-, sale como quien deja un mensaje en el buzón de voz del Presidente que, una vez más, estaba comunicando o fuera de cobertura. Al mismo tiempo había otras manifestaciones multitudinarias en muchas ciudades como Vigo, Gijón, Madrid, Sevilla... ¡Qué curioso! En Barcelona tomó Las Ramblas una utópica serpiente humana y social compuesta por quinientas mil personas según los sindicatos, cuatrocientas mil según las fuerzas de orden público y cuatro mil según el Delegado del Gobierno. ¡Vaya como bailan la sardana las cifras! Cada vez está más claro que el Gobierno está formado por creadores de ficción. Un Río Bernesga de leoneses con conciencia social anegando esas calles que desembocan en el mar de La Inmaculada; muchos, nosotros como eslabones de una cadena que nos hace libres. El tren de la Feve humano y reivindicativo sale a la calle como si fuera un tranvía para decir hasta aquí, ya está bien, basta ya, afloja el ritmo de la comba porque la mayoría ya va con la lengua fuera y casi no queda derecho laboral que saltar. El jueves León demostró que sabe unirse para defenderse, que no todos practican el «yo ya tengo cocido y el que venga detrás que arree», que el conformismo tiene un límite. Aquí aún queda solidaridad, voces que luchan por ideales colectivos y no sólo cada uno por los suyos, y es que no es tan fácil, en suma, confundir a quienes no quieren dejarse engañar. León en la calle se deja oír, se pone en pie, se levanta y alza el vuelo con espíritu revoltoso y lírico de poeta-guerrillero de «Espadaña». León, de repente, le habla al cielo de la Calle Ordoño con voz de infinito en una manifestación que yo, que llevo cuatro días en este planeta, no había visto tan repleta en mi vida. León entre todos y consigo mismo, pero no como siempre sino más bien como nunca. León huyendo hacia delante, avanzando, progresando, defendiéndose, dando la espalda al presente político eterno, aunque no a cualquier precio. Resurge una ciudad que, con garganta nueva y voz unísona pero no monocorde, canta sones de cambio, canción nueva por fin y como principio, tonada efervescente y lúcida de quienes demandan no sólo algo nuevo sino también y sobre todo algo mejor. Se le quedan a uno los ojos como rosetones góticos de la gloria al ver tanta gente diversa manifestándose, libre y pacíficamente, en esta ciudad catedralicia y muchas veces acomodaticia, páramo propicio para lo de siempre, enclave histórico sin trabajo o perspectivas donde una vez tras otra mandan los mismos, o los mismos con ayuda de los mismos, y entre los méritos de todos ellos figura el de que aquí los servicios mínimos duran todo el año. Pero esta vez León sale y protesta, saca pecho, dice un aquí estoy yo... Y es que, ya ven, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. En fin. Ahora que dicen que los jóvenes no tenemos ideología formada ni conciencia de mundo, quiero terminar escribiendo algo para una joven sindicalista morena, agitanada, guapa y de UGT que conocí allí: amiga Nuria, tienes más peligro que un decreto-ley.